lunes, 20 de junio de 2016

Crónica del Ironman France Nice

Algo más de treinta y tres semanas hace que empezó mi temporada y que marqué el 5 de junio de 2016 en color rojo en mi calendario. Desde aquel día y como ya sabéis, el Ironman France que se disputa cada mes de junio en la bonita ciudad de Niza se convirtió en mi gran objetivo y toda la temporada iba a girar entorno a él. El camino, como me esperaba, fue duro y complicado, tuvo altibajos, momentos de dudas y de euforia, hubo semanas de no sentirme bien físicamente y otras en las que me sentía capaz de todo, hubo días en los que salir a entrenar me costaba un mundo y otros en los que por muchas horas que pasara entrenando me quedaba con ganas de más, y así podría estar un buen rato para explicaros lo duro y a la vez reconfortante que es preparar un Ironman con ciertas garantías. Aún así, pienso que se entrene lo que se entrene, lo más fácil del mundo es llegar a los días previos a la prueba con la sensación de culpabilidad por no haber entrenado todo lo que se debía y arrepintiéndote por haberte saltado más sesiones de la cuenta. Sea como sea, y aunque esos días te asalten mil dudas, mil miedos y muchas inseguridades, haber hecho las cosas más o menos bien (siempre se pueden hacer mejor) durante el camino que te lleva al Ironman, aunque no te garantice nada, en la mayoría de los casos uno consigue lo que se ha merecido a lo largo de tantos meses de preparación. Durante la carrera pueden pasar mil cosas, sí, pero dejando a un lado palabras como justicia o suerte, sigo convencido de que en este deporte uno recoge lo que siembra en el 90% (o quizás me quedo algo corto) de los casos.

Y así, sin darme cuenta, el día 5 de junio de 2016 llegó. No me hubiera importado que hubiera tardado un poco más por aquello de no verme todavía preparado, pero los últimos meses pasaron en un visto y no visto y no se pudo hacer nada contra eso. El día empezó temprano, demasiado temprano para mi gusto. A las cuatro y media salté de la cama, aunque ya llevaba unos minutos despierto, dispuesto a desayunar y a preparar los últimos detalles. Dormí bastante bien y un número de horas decente teniendo en cuenta que sobre las diez de la noche ya me había metido en la cama. Cuando lo tuve todo hecho, dejé a Arancha y a Iker durmiendo y me fui caminando tranquilamente, por llamarlo de alguna manera, hacia la salida.

En un día normal supongo que a aquellas horas me hubiese encontrado una ciudad todavía dormida y prácticamente desierta, pero aquello no era un día normal. Era un día realmente especial para muchos de nosotros. Con rostros serios y cara de concentración éramos muchos los que a esas horas nos dirigíamos a la zona de boxes para hacer las últimas comprobaciones. Por mi parte fui rápido. Sólo dejé un par de bidones en la bici y comprobé la presión de los neumáticos, nada más. Aún no eran las seis de la mañana y me fui a una zona más tranquila a ponerme el neopreno. Faltaba algo más de media hora para la salida y me lo pude tomar con calma. El ambiente era realmente espectacular con casi tres mil personas dispuestas a enfrentarse a esos 226 kilómetros. Aproveché aquellos momentos de soledad para visualizar la carrera pero, sobre todo, para pensar en lo afortunado que soy en general y en lo mucho que estaba dispuesto a divertirme durante la carrera. Había llegado el día tan esperado, me sentía bien, estaba descansado y con la mente puesta única y exclusivamente en tomarme este Ironman como una diversión, como un juego y como un reto que debía afrontar con calma, con optimismo y con la mejor de las sonrisas. Puede parece una tontería pero esos pensamientos me sirvieron para relajarme y sentirme menos tenso. Cuando acabé de ponerme el neopreno, con la ayuda de un compañero, bajé hacia la playa.

La salida de la natación no iba a ser conjunta como habitualmente, sino que se iba a usar el sistema llamado Rolling Start, consistente en salidas menos masivas cada poco tiempo según los tiempos de natación estimados de cada uno. Tengo que decir que los días antes de la competición, estando aún en casa, cuando recibí el correo de la organización informando de que la salida este año iba a ser así sentí un gran alivio. La salida simultánea de otros años confieso que me daba mucho respeto, por no llamarlo miedo. No quiero ni imaginarme (y por suerte no tuve que vivirlo) lo que podía haber sido salir todos a la vez.

Cuando me tuve que colocar en un cajón admito que dudé. No tenía claro donde meterme, si arriesgarme o ser conformista, aunque sí tenía claro que, dentro de lo posible, quería nadar lo más cómodo posible. Por debajo de 1h06’ me parecía demasiado arriesgado y si no salía fuerte desde el principio podría ser engullido por gente más rápida que yo. En el otro extremo, 1h12’ tampoco me parecía lo más apropiado. Quería ser algo más ambicioso aunque, siendo sinceros, no lo veía con malos ojos. Al final, tomé una decisión intermedia y me metí en el cajón de menos de 1h10’. Toda una declaración de intenciones, dando por bueno todo lo que fuera bajar de ese tiempo.

Metido en el cajón, el siguiente tema fue tener un poco claro el recorrido. Había muchísimas boyas, barcas, kayaks, con lo que la cosa estaba un poco liada, aunque eso sí, seguros íbamos a estar. El principio en teoría no tenía demasiada historia, haciendo un kilómetro en línea recta mar adentro dejando atrás cuatro boyas amarillas y una quinta roja donde debíamos hacer el giro hacia la derecha y la cual desde la orilla apenas se distinguía. El sector natación constaba de dos vueltas en forma de triángulo, una primera de 2.400 metros y una segunda de 1.400, y tenía metida en la cabeza la idea de que entre el final de la primera vuelta y el inicio de la segunda debíamos salir del agua.

Había llegado el momento. Todo estaba listo para empezar y aunque parezca poco creíble, durante esos minutos previos a tirarme al agua y empezar a nadar me sentía muy tranquilo, increíblemente tranquilo. Aproveché para levantar la cabeza y echar un vistazo a mi alrededor. Quería disfrutar del momento, de cualquier pequeño detalle y guardar para mi disco duro de recuerdos todo aquello, ese mar azul en calma en el que en unos instantes nos íbamos a meter para nadar 3.800 metros, a todas esas personas de tantas nacionalidades distintas que tenía a mi alrededor con la misma idea que yo, de todo al público que a esas horas ya abarrotaba el paseo para disfrutar desde fuera de un evento así… No sé, quizás estoy exagerando o simplemente en aquellos momentos estaba más sensible de la cuenta, pero todo me pareció tener un encanto especial. Poco antes de las seis y media de la mañana dieron la salida de los pros y, a partir de ahí, cada poco tiempo, fuimos saliendo el resto de triatletas. Cuando llegó nuestro turno avancé con cuidado sobre las piedras (no quería empezar con mal pie) y me tiré al agua. Enseguida cubrió así que no hubo que caminar demasiado, cosa que en este caso agradecí.

El mar estaba perfecto para nadar, sin olas y con el agua a la temperatura ideal. Empecé a dar brazadas con tranquilidad, respirando bien e intentando buscar un sitio para nadar lo menos acompañado posible. Puede parecer extraño rodeado de tantísima gente, pero diría (o esa es la percepción que me quedó al salir del agua) que fue la natación más cómoda que he tenido nunca. Cero golpes al principio, pudiendo nadar sin agobios desde el principio, con las referencias perfectamente visibles y, además, bien guiado por los triatletas que tuve a mi lado. Qué más podía pedir? Con esos ingredientes la cosa sólo podía salir bien y así fue. Nadé bien, a un ritmo muy bueno dentro de mis posibilidades y con la bonita sensación de estar disfrutando de la natación. Eso no me suele pasar muy a menudo, así que traté de saborearlo y de no tener excesiva ansiedad ni prisa por terminar, sólo de nadar lo mejor posible técnicamente y de no realizar ningún esfuerzo extra que de momento no tocaba. Quizás los peores momentos se vivían en los giros, donde inevitablemente se formaba algún que otro tapón, pero insisto en que no más que en otros triatlones con muchísimos menos participantes. Cuando me quise dar cuenta había terminado la primera de las dos vueltas y llevaba unos cuarenta minutos. Aquella idea inicial que llevaba de salir del agua al final de la primera vuelta, enseguida se desvaneció y siguiendo el rastro de los triatletas que iban delante de mí, vi que las vueltas estaban enlazadas y que no había que salir del agua. Puede que al principio viera con buenos ojos esa idea (equivocada) que tenía con el fin de descansar unos instantes los brazos, pero estando en aquella situación creo que hubiera sido una pérdida de tiempo porque seguramente hubiera perdido un poco el ritmo. Iba muy bien, a un ritmo mejor del esperado y empecé la segunda vuelta sin problemas. A pesar de ser más corta, conforme se acercaba el final de la natación mis ganas de salir del agua fueron en aumento, cosa que hizo que estos 1.400 metros finales se me hicieran tan (o más) largos que los 2.400 iniciales. Hecho el último giro hacia la izquierda, empezamos a nadar en dirección a la playa. Levantando la cabeza de vez en cuando, de lejos se veía el arco de llegada y hasta se escuchaba la música y la voz del speaker. Ahora sí, el final estaba próximo y según mis referencias iba a salir del agua en un tiempo realmente bueno para mí. Cuando llegué a la orilla vi que había voluntarios en el agua que ayudaban a salir, cosa que se agradeció bastante porque la salida era un poco complicada con tanta piedra y en subida. Una vez estuve fuera del agua y empecé a correr por la alfombra, miré el reloj y éste marcaba 1h06’ (oficialmente 1h06’29”), un tiempo muy bueno que me animó bastante y que me hizo empezar el Ironman con muy buen pie. Para ser sincero, mucho mejor de lo que esperaba aunque siendo consciente que podía haber dado algo más de mí y que es un tiempo muy mejorable.




La T1 ya fue otro tema. Si normalmente no soy rápido haciendo transiciones, en Niza la cosa se alargó todavía más. Desde la salida del agua hasta llegar a la zona donde estaban las bolsas con nuestro dorsal había un buen trozo. Lo hice corriendo y adelantando alguna posición, aunque sin volverme loco. Cuando encontré mi bolsa ya me había quitado la parte de arriba del neopreno y el resto del traje me lo quité bastante rápido. Me sequé tranquilamente y hasta me senté en una silla para ponerme los calcetines, las zapatillas, las gafas, el dorsal y el casco. Hecho esto, metí la bolsa donde me indicaron los voluntarios y me fui a por la bicicleta. Como es lógico, el día antes al hacer el check-in memoricé en que pasillo, de entre los más de cincuenta que había, dejé la bici. Concretamente estaba entre el 29 y el 30, así que entré, cogí la bici y seguí corriendo hasta la salida de la transición. Todo esto me llevó algo más de ocho minutos. Admito que no soy rápido en las transiciones y que no hice las cosas rapidísimo, pero tampoco me recreé ni perdí el tiempo, simplemente fue una transición muy larga que, por otro lado, era necesaria para poder dar cabida a los 3.000 triatletas que éramos.

Nada más salir en bici bebí y me comí una barrita. El tema de la alimentación en bici era una de las cosas que más me preocupaba, así que desde el principio quise hacer las cosas bien. Los primeros kilómetros en bici fueron completamente llanos por el Paseo de los Ingleses y hasta el kilómetro veinte fue más o menos así. Allí nos encontramos la primera rampa de unos 500 metros al 10%. Hacía un día extraño, muy nublado y con muchísima humedad. El recorrido a partir de ahí empezó a ser de subida, ligera pero continua hasta más o menos el kilómetro 50, donde comenzaba el largo ascenso de unos veinte kilómetros hasta el Col de l’Ecre. Fue un ascenso largo y a ratos relativamente cómodo, aunque lo mejor de todo fueron las vistas. Zona realmente bonita para contemplarla sobre la bici. Pasamos por unos cuantos pueblos muy bonitos, llenos de animación y tuvimos la suerte de disfrutar de unas vistas impresionantes a lo largo del ascenso. Insisto que la zona me pareció preciosa. En cuanto a mí, fui comiendo y bebiendo cada poco rato. Para beber llevaba Energy Drink sabor mandarina de 226ers que combinaba con agua y sales y para comer llevaba barritas veganas también de 226ers de plátano, avellana y maca además de geles, algunos con cafeína. A partir del tercer avituallamiento también fui cogiendo media banana en cada uno que me comía al momento de cogerlo. Mi intención era la de no llegar al maratón con la sensación del estómago vacío, y puedo decir que la jugada salió más o menos bien.

Sobre el kilómetro setenta y con unas dos horas y cuarenta minutos desde el inicio del sector ciclista coroné el Col de l’Ecre, a más de 1.100 metros de altura sobre el nivel del mar. Durante la subida compartí algún tramo con otro español, Alberto, de Ceuta, con el que intercambié algunas palabras, consejos y ánimos (eso de llevar las banderitas en el dorsal permitía cosas como estas). Superado el puerto “estrella” del recorrido empezaron unos kilómetros muy divertidos con varios toboganes y algunos tramos de bajada muy rápidos. Después de haber leído tanto sobre el recorrido ciclista del Ironman de Niza, sinceramente me esperaba tramos de bajada algo más técnicos y peligrosos. A pesar de eso y siguiendo mi línea, durante las bajadas fui muy prudente aunque no tuviera la sensación de pasar por tramos demasiado difíciles. La verdad es que fue un alivio.

Tras los toboganes y esas bajadas que comento y habiendo superado ya la barrera de los 100 kilómetros, volvimos a encontrarnos otro tramo de subida. Llevaba ya unas cuatro horas sobre la bici pero me encontraba fresco. Para ser sinceros, fui un poco reservón durante todo el tramo de bici, aunque siguiendo con esa sinceridad, he de reconocer que me esperaba el recorrido ciclista algo menos duro en cuanto a desnivel. Sí, sabía que se acumulaban unos 2.000 metros pero tenía la idea de que, superado el Col de l’Ecre, luego todo sería más fácil, no sería tan rompe piernas y se podría rodar algo más rápido de lo que lo hice. Tras superar la subida y hacer un tramo más o menos llano de ida y vuelta, empezó un descenso de más o menos 30 kilómetros. Al inicio de la bajada me alcanzó Alberto, que bajó algo más rápido que yo. Yo me mantuve en mi idea de reservar algo y de no jugármela más de la cuenta. Como he dicho antes, no eran bajadas excesivamente complicadas pero tampoco me permitían ir demasiado tiempo seguido acoplado. Eso sí, el paisaje bajando continuó siendo espectacular. Seguía con la idea de disfrutar de cada momento y de guardar en mi memoria todos y cada uno de los momentos vividos durante ese día.

Durante esos kilómetros “fáciles” de bajada y los siguientes, muy llanos ya de vuelta a Niza que, dicho sea de paso, se me hicieron muy duros, mi cabeza empezó a ponerse en modo maratón. Si algo quería demostrarme en este Ironman era que podía hacer unos buenos 42 kilómetros de carrera a pie. Tenía tantas ganas de empezar a correr que los últimos kilómetros en bici, de nuevo por el paseo de los ingleses, se me hicieron eternos. Al final terminé los 180 km de bici en un tiempo de 5h55’14” con una sensación agridulce. Si miramos la parte positiva de este tramo tengo que decir que reservé bastante y no quise quemar cartuchos antes de tiempo con la idea de hacer después un buen maratón, que dentro de lo malo terminé por debajo de las seis horas y que me lo pasé pipa pedaleando por un recorrido duro, divertido y precioso. Además, creo que comí t bebí lo que debía. Si atendemos a la parte negativa, tengo que admitir que me esperaba un recorrido algo más fácil y, por consiguiente, esperaba sacar una media algo más alta. Pero bueno, eso fue así y ya estaba hecho. Ahora tocaba cambiar el chip y pasar por el momento más duro psicológicamente hablando del Ironman.






Cuando llegué a la T2, hice lo mismo que en la primera transición pero a la inversa. Dejé la bici en su sitio y me fui a buscar la bolsa de correr. Allí dejé el caso, las gafas y las zapatillas de bici y me puse la visera y mis Newton. Antes de salir a correr, fui al baño a mear, ya que en todo el recorrido ciclista no había parado y ya era hora. En esta T2 no tardé tanto como en la primera, pero también fue mucho más tiempo del habitual. Si normalmente tardo cosa de un minuto o minuto y medio, en esta fueron cinco los minutos perdidos.

Pues eso, que tocaba correr nada más y nada menos de 42 kilómetros en un recorrido a cuatro vueltas por el Paseo de los ingleses. El plan que había previsto era salir los primeros kilómetros sobre 4’30”/km y aguantar así mientras durara la gasolina, fueran 12, 15 o, en el mejor de los casos, unos 20 kilómetros, y luego encarar el resto de carrera con la máxima entereza posible. Pero del dicho al hecho… Empecé algo más rápido de la cuenta porque aunque suene extraño, me cuesta controlar el ritmo corriendo tras la bici. Intenté frenarme un poco pero al final me dejé ir, ya que me notaba que corría muy cómodo y sin notar esfuerzo y no quise desaprovechar la oportunidad. Aquí, por primera vez en toda la carrera, vi entre el público a Arancha y a Iker. Me encantó verles y le dije a Arancha que de momento todo estaba bien. Pasé el primer kilómetro en 4’07” y el segundo en 4’12” y a partir del tercero me relajé y empecé a moverme por ritmos algo más lentos entre 4’18” y 4’30”. Las sensaciones eran buenas aunque durante la primera vuelta el calor, aunque de forma efímera, hizo acto de presencia. Esa primera vuelta de 10,5 kilómetros, como era de esperar, fue la más rápida y la terminé en unos 46 minutos. Tenía claro que no iba a poder mantener ese ritmo pero aún me sentía bien. Fue durante la segunda vuelta cuando todo me empezó a costar un poco más. Empecé a tener altibajos en los ritmos y por momentos me sentía muy cansado y débil para seguir corriendo. No recuerdo a partir de que kilómetro decidí apostar por parar en cada avituallamiento para beber bien y refrescarme. Tenía que adaptarme de alguna manera a ese cansancio que iba en aumento y esa fue la estrategia a seguir. Eso sí, fuera de los avituallamiento me prohibí terminantemente para a caminar. A lo largo de esa segunda vuelta el tiempo cambió, se nubló y empezó a caer a ratos una lluvia fina que, no sé a los demás, pero a mí me vino muy bien. Dejó de hacer calor y entre la lluvia y las pequeñas ráfagas de viento, por momentos se estaba muy fresco y se agradecía

A pesar de los altibajos de ritmos que sufrí en esa segunda vuelta terminé la mitad del recorrido cuando pasaban unos segundos de la 1h35’. Buen momento para evaluar como estaba y empezar a enviar a mi cerebro señales positivas: ya tenía la mitad del maratón hecho! Tenía la carrera donde quería, donde había visualizado desde un principio, y eso me dio ánimos. Empecé a ver el final algo más cerca aunque aún estaba lejos. Curiosamente en la tercera vuelta mi ritmo se estabilizó y aunque fue algo más lenta que la segunda, fue bastante más regular y con menos picos. En el giro de la tercera vuelta, a falta de 15 kilómetros para terminar, empecé a ver la luz. Hasta ese momento, además de parar a caminar, también me había prohibido pensar ni un segundo en los kilómetros que me quedaban, pero ahí la cosa cambió y empecé a restar y a ver las cosas mucho más claras: en algo más de hora y cuarto quería estar cruzando la línea de meta.

En otras condiciones y en otras circunstancias 15 kilómetros no son tantos, pero en este caso la cosa no iba a ser ni fácil, ni rápida. De ahí hasta el final volví a enfrentarme a varios altibajos que sobrellevé como pude. Cuando más flojo me sentía cogía bananas en los avituallamientos que fui combinando con geles. No recuerdo cuanto llegué a comer y beber durante el maratón, diría que tres o cuatro geles y otros tres o cuatro trozos de banana, y mucho líquido. La última vuelta, aunque se me hizo larga y estaba cansado y con unas ganas increíbles de terminar, también he de decir que la disfruté. Al coger la tercera y última goma al final de la tercera vuelta, tuve claro que aquello ya estaba hecho y que nada podría impedirme cruzar la línea de meta. Aún así, mantuve mi prudencia y seguí corriendo con calma. En algún momento tuve la tentación de apretar y hasta lo hice, pasando los kilómetros 34 y 35 alrededor de 4’50”/km, pero a aquellas alturas todo costaba un mundo.

Y así, como el que no quiere la cosa, me planté en el último kilómetro, sin duda uno de los mejores momentos de toda la carrera. El arco de meta estaba cercano y se acercaba el final. No fui muy calculador con el tiempo pero sabía que estaría entorno a las diez horas y media, un tiempo muy bueno teniendo en cuenta que aquello era Niza y que es uno de los triatlones más duros del circuito Ironman. Pero eso ahora daba igual, al haberme inscrito a esta carrera había pasado unos meses muy intensos de entrenamiento, había vivido con ilusión y con mucho respeto todo este tiempo con el objetivo de poder vivir algo así, y por fin había llegado mi turno. Me dio igual que durante esos últimos metros los isquios de mis dos piernas se pusieran de acuerdo para agarrotarse, seguí corriendo como pude y poco después de llegar a la alfombra que me llevaba a meta, vi a Arancha y a Iker y me paré a darles un beso más que merecido. A continuación ya sí, sólo me faltaba encarar los últimos metros y, sobre todo, disfrutarlos como se merecían. Es en esos momentos donde todo lo que has hecho para llegar allí cobra sentido y sientes que ha valido la pena. Al cruzar la línea de meta escuché aquello tan famoso y típico de… Rubén Otero, You are an Ironman! Finalmente fueron 10h34’41” (resultados), terminando el maratón en un tiempo de 3h19’45”, algo que no esperaba casi ni en el mejor de mis sueños y que me anima a seguir trabajando para mejorar en esta distancia tan especial. Al terminar, recogí mi medalla y enseguida fui a buscar a Arancha y a Iker. En aquel momento, no sé si estaba más cansado o feliz, pero os puedo asegurar que de las dos cosas iba sobrado y que en los días posteriores no se me fueron ni la sonrisa ni el dolor de piernas.








Lo que tuve claro nada más terminar y sigo teniéndolo dos semanas después es que en Niza hice una de las mejores carreras que he hecho nunca en todos los sentidos. Quizás me faltó algo en bici pero pocas pegas más me puedo poner. Además de eso, Niza me pareció una ciudad espectacular y después de los días que pasamos allí, creo que mi elección del Ironman France no pudo ser más acertada.

Hoy me estoy extendiendo mucho y no es plan de que os canséis, si no lo habéis hecho ya, de leer algo tan largo. Antes de terminar con los resultados del Garmin, quiero agradecer a todo el mundo las muestras de apoyo que recibí durante los días previos a la competición y los ánimos que me disteis desde la distancia los que seguisteis la carrera por internet. Fue bonito terminar y ver que había tanta gente preocupada por mí. En especial, quiero agradecer al USK Team (aunque me llamarais dominguero y pensarais que en las transiciones del Ironman tardaba tanto porque estaría pelando dátiles debajo de una palmera) por haber seguido la carrera durante todo el día e interesaros a través de Arancha como estaba yendo la cosa. La verdad es que sentí los ánimos y por supuesto este resultado también es culpa vuestra por muchas cosas, de verdad. Como no, capítulo especial para Arancha e Iker, que estuvieron ahí en casi todo momento (aunque no se levantaran a las cuatro y media como yo a apoyarme durante la natación) y que compartieron conmigo un día inolvidable, sin olvidarnos de todo el “trabajo sucio” y la paciencia que conlleva convivir con el triatlón de larga distancia durante los meses de preparación. El día de la carrera sólo se ve lo “bonito” pero detrás de todo eso hay muchas cosas y personas implicadas. Lo bueno es que a Iker parece le gusta este ambiente y se lo pasa en grande aplaudiendo a todo el mundo. Para él todas las personas que ve que corren o van en bici son “papá”.

Pues nada, creo que ya está todo dicho. Espero que os haya gustado la crónica y no se os haya hecho demasiado pesada. No era mi intención alargarme pero tampoco quería que esto fuera una crónica más. La ocasión merecía algo especial. Os dejo aquí los detalles de la carrera del Garmin.

4 comentarios:

  1. No nos conocemos, a pesar de eso te he ido siguiendo, me alegro mucho por ti, una gesta al alcance de muy pocos. ENHORABUENA!!!

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  2. Muchas gracias por tu comentario JFA. Siempre es un placer saber que te lee alguien más aparte de amigos y conocidos, jeje! Un saludo y gracias otra vez!

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  3. Buenas Rubén! Una vez hecho... ¿te seguirías decantando por la cabra? Saludos y enhorabuena

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    1. Buenas! Sí, creo que sí. Ir con la cabra creo que no me supuso ningún lastre y en muchas zona pude ir acoplado muy cómodo. Además, había leído que bajando podría ser incómodo, y salvo dos o tres curvas muy cerradas, lo demás no fue excesivamente complicado. De todas formas, esto es un poco a gusto del consumidor. Entre los participantes la cosa estaba bastante igualada entre los que llevaban cabra y los que iban en bici de carretera. Un saludo y gracias por tu comentario!!!

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