Como la mayoría de vosotros ya sabéis, el pasado
sábado 27 de agosto participé, un año más, en el Triatló Internacional de
Balaguer, una de las pruebas de media distancia más duras que hay dentro del
panorama nacional si atendemos a los recorridos de la misma y a la época del
año y el lugar donde en la que se disputa. Además, y por si fuera poco, esta
edición iba a dar comienzo a una hora algo extraña, las doce del mediodía, con
lo que íbamos a estar compitiendo durante las horas más calurosas del día.
Con este cambio de horario (en años anteriores
empezamos a las tres de la tarde) y teniendo en cuenta que el día de la carrera
lo menos aconsejable es ir con prisas y con el tiempo pegado, decidimos irnos
el viernes a Balaguer y pasar la noche allí. Fue una buena decisión ya que el
sábado pudimos tomárnoslo todo con mucha calma. No tuve que madrugar, desayuné
sin prisas y tanto la T2
(en Balaguer) como la T1
(en el pantano de Sant Llorenç de Montgai) me quedaron muy a mano.
Poco después de terminar de desayunar, llegaron a
Balaguer Xavi y su familia y juntos fuimos a dejar las cosas necesarias para
correr en la T2. A
continuación, nos fuimos hacia el pantano donde estaba situada la T1 a terminar de preparar los
últimos detalles. Eran más o menos las once de la mañana y el calor ya estaba
apretando de lo lindo. Las previsiones se estaban cumpliendo y tocaría competir
a una temperatura cercana a los 35ºC. Era lo previsto y muy parecido a lo que
pasó el año pasado, aunque esta vez con el añadido de que la carrera empezaba
tres horas antes por lo que, si se cumplía la lógica, iba a empezar a correr a
una hora malísima. De todas formas, todo esto ya lo sabía e iba mentalizado
para ello. Era la tercera vez que iba a Balaguer y teniendo en cuenta la
“carnicería” del año pasado, donde abandonaron alrededor de un 20% de
participantes, no se podía esperar otra cosa. Simplemente habría que adaptarse
a las condiciones, hidratarse correctamente y dosificar esfuerzos.
Cuando se fue acercando la hora de salida, Xavi y
yo nos pusimos el neopreno y nos despedimos de los nuestros. El recorrido era
el mismo que el año pasado, a dos vueltas y algo más largo de 1.900 metros. No
éramos muchos participantes, máximo unos 180, por lo que en teoría la natación
tampoco tendría que ser demasiado complicada en cuanto a golpes. Salimos desde
el agua y a las doce, puntualmente, se dio el tiro de salida. Al no haber
calentado, para variar, las primeras brazadas fueron algo más suaves, sin
volverme loco e intentando encontrar una buena cadencia de braceo. Me costó un
poco al principio pero en pocos minutos empecé a sentirme algo más cómodo. Los
primeros metros los nadé junto a Xavi aunque enseguida nos perdimos de vista.
En general me sentí muy bien en el agua. Como siempre fui conservador, centrándome
en aprovechar bien las brazadas y en no llevar demasiada mala técnica. La
primera vuelta la terminé en unos dieciséis minutos y medio, cosa que me animó.
A diferencia de otras veces, la segunda vuelta se me hizo algo más corta, no sé
si porque hice varios intentos de coger pies y eso me mantuvo entretenido. El
caso es que a pesar de ir un pelín más lento (creo), se me pasó volando y salí
del agua en poco más de 34 minutos (34’51” hasta que pasé por la alfombra),
haciendo el parcial 53º.
En la T1
no fui rápido, vamos, como siempre. Lo peor de todo es que no tengo esa
sensación de ir tan lento ni de perder tiempo en tonterías. Hago lo mínimo pero
lo debo hacer mucho más lento que el resto. No sé si empezar a entrenarlo en
serio o dejarlo por imposible. En total tardé unos cuatro minutos y debí perder
unas diez posiciones más o menos, aunque enseguida estuve encima de la bici. Y
ahí tampoco empecé bien. Me costó arrancar a pesar de hacer los primeros
kilómetros de bajada. No notaba las piernas todo lo ágiles que me gustaría pero
decidí no impacientarme y darme tiempo con la esperanza de que poco a poco todo
se pusiera en su sitio. El circuito de bici este año era nuevo y constaba de
tres puertos, el primero de ellos sí que coincidía con el de ediciones pasadas,
aunque no llegábamos a Àger y dábamos la vuelta un poco antes de Vilanova de la
Sal. El otro puerto, que hacíamos dos veces
(una del derecho y otra del revés) consistía en subir hasta pasado Fontllonga,
dirección Tremp, pasando por Camarasa. El primer puerto se me pasó rápido a
pesar del calor y de ir todo el rato con sensación de sed. Superado ese primer
escollo empecé a notar las piernas algo mejor. Lo bueno de este cambio de
recorrido es que bajando del primer puerto y antes de comenzar el segundo,
volvíamos a pasar por el pantano donde habíamos nadado y donde se quedaron
todos los acompañantes para vernos pasar en bici. Cuando pasé por ahí vi a
Arancha y a Iker, y a la familia de Xavi. Les saludé, me puse “guapo” para la
foto, y seguí mi camino.
Hasta Camarasa la carretera no estaba demasiado
fina, aunque por suerte no tuve ningún susto en forma de pinchazo. A partir de
ahí, empezaron interminables subidas y carreteras muy anchas sin nada de sombra
que se hicieron durísimas. Pero bueno, por llevar la contraria al resto, cuando
vi que todo el mundo empezaba a pasarlo mal y a tener que bajar el ritmo, yo me
fui yendo arriba y empecé a encontrarme más suelto. Subí la primera vez hasta
Fontllonga con un pedaleo bastante ágil, ganando alguna posición que esta vez
no perdí bajando. Pero mi mejor momento sobre la bici llegó al dar la vuelta y
volver a encarar la (última) subida a Fontllonga por el lado donde pocos
minutos antes habíamos bajado. Me sentía bien y empecé a pedalear con fuerza
todo el tramo de subida, hasta que en un momento miré hacia atrás y me vi
completamente solo. Eso me animó y me dio por pensar que no lo estaría haciendo
tan mal. Al terminar la subida y llegar al último avituallamiento cogí
isotónico (falta me hacía) y un trozo de plátano para encarar lo que me quedaba
de tramo ciclista.
Llevaba unos 60 kilómetros y lo difícil (en teoría)
ya estaba superado. Ahora tocaba encarar los últimos 25 kilómetros donde me
encontraría algún que otro tobogán pero que en su mayoría eran de bajada. De
ahí hasta el final fui en la más absoluta soledad. Sólo a falta de siete u ocho
kilómetros alcancé a otro triatleta que no llevaba demasiada buena cara. El
tramo ciclista había sido realmente duro (aunque creo que con algo menos de
desnivel que en ediciones anteriores) y ahora tocaba encarar la carrera a pie, que
sería la encargada castigar a quien se había pasado de vueltas en la bici. Mi
tiempo total de T1 más bici fue de 3h03’00”, marcando el parcial 47º.
Si os soy sincero, me bajé de la bici sin demasiadas
ganas de correr. A pesar de ser mi parte preferida y a la que normalmente llego
con más hambre, en Balaguer no fue el caso. Eran las cuatro menos veinte de la
tarde y hacía un calor increíble. Balaguer a aquella hora era un auténtico
horno y desde el primer momento tuve claro que iba a ser una carrera a pie de
superviviencia, que no era día para forzar más de la cuenta y que lo mejor era
olvidarse de ritmos y otras historias. Así, con esa desgana (y ese calor)
empecé a correr por la orilla del río Segre en un recorrido a tres vueltas
parecido al de otros años pero con alguna pequeña modificación. También se ha
de decir que el circuito no era especialmente rápido, había muchos giros,
tramos de piedras sueltas, césped con algo de barro, escaleras… que lo hacían
entretenido pero no invitaba a poder llevar un ritmo constante ni alto. A pesar
de todo, creo que me defendí bastante bien y corrí a ritmos medianamente
decentes muchos kilómetros, aunque también es verdad que paré en cada
avituallamiento con manguera para darme una ducha express y eso me hizo perder más tiempo de lo habitual. Perdí
tiempo pero valió la pena. Llegar a esos avituallamientos era como encontrar
agua en mitad del desierto y de las pocas cosas que te medio consolaban ante la
que estaba cayendo.
Cuando me disponía a empezar la tercera vuelta vi
llegar a Xavi a la T2.
Había pinchado en bici y la cosa se le había alargado un poco. Lo menos malo
para él es que empezaría a correr con algo menos de calor. Personalmente, la
tercera vuelta fue la menos dura psicológicamente hablando. A falta de seis
kilómetros y pico para el final empecé a ver que eso ya estaba hecho y sólo
faltaba rematarlo. Sin haber hecho la carrera de mi vida estaba satisfecho por
haber sobrevivido de nuevo a este duro triatlón y estaba prácticamente
convencido que el resultado de este año iba a ser algo mejor que el del año
pasado. De ahí hasta el final seguí corriendo con cabeza, sin forzar, sin
correr riesgos innecesarios y deseando llegar a los metros finales para compartir
mi llegada a meta con Iker.
Y así fue. Cuando llegué a los alrededores del
pabellón municipal (la meta este año estaba dentro del recinto) vi a Arancha
con Iker y le cogí de la mano. Aún faltaban bastantes metros para llegar a meta
pero para que le diera tiempo a Arancha a llegar para hacernos la foto compartí
bastantes metros con él caminando. Daba igual el tiempo o las posiciones que
perdiera, era un momento bonito y quería compartirlo con él. No sé que le
pasará por la cabeza pero es curioso como mira a la gente que aplaude y que
anima cuando estamos a punto de terminar la carrera. Así, de esa manera,
disfruté de los últimos instantes de carrera con Iker y juntos cruzamos el arco
de meta en un tiempo final de 5h14’17” (1h36’26” de carrera a pie, marcando el
25º mejor parcial), terminando en la 34ª posición (resultados).
En líneas generales terminé contento pero esperaba
haberlo hecho algo mejor en la carrera a pie. De todas formas, Balaguer no
tiene mucho que ver con la mayoría de triatlones y las condiciones que nos
solemos encontrar allí cada año son realmente duras. Como muestra, los más de
20 triatletas que abandonaron la prueba. Poco más que añadir. Xavi volvió a demostrar, igual
que el año pasado, que a pesar de su juventud y de no llegar en plena forma a
la carrera, tuvo el coraje de terminar a toda costa y finalizó su carrera en
7h38’45”. Enhorabuena! Ahora a por Berga. Seguro que saldrá mejor.
Y por último, antes de terminar y dejaros los
resultados del Garmin, quiero dar las gracias a los supporters que nos ayudaron y acompañaron a lo largo del día:
Lidia, Laia, Ivet, Javi, Arancha e Iker. Un placer teneros cerca. Así todo es
más fácil y más agradable.
Ahora sí, no me enrollo más. Os dejo aquí los
resultados del Garmin. Salen dos minutos menos porque en la T1, cuando estaba quitándome el
neopreno, apreté sin querer el botón del reloj y se me quedó parado hasta que
salí en bici. Por lo demás, todo coincide bastante bien. Ahora ya toca pensar
en Berga, donde cerraré la temporada de triatlón y empezaremos a pensar en lo
que se nos viene encima en los próximos meses.
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