Ya ha pasado más de una semana desde que corrí el Zurich Marató de Barcelona y creo que es buen momento para escribir mi crónica y explicaros un poco todo lo que dio de sí esta grandísima carrera. Supongo que la mayoría de vosotros ya sabréis mi resultado, pero en esta crónica trataré de explicar con detalle todo lo que pude sentir durante las casi tres horas que estuve corriendo. De todas formas, y ya lo aviso ahora, tampoco os hagáis demasiadas ilusiones ya que, en casos así, es muy difícil explicar con palabras lo que se siente cuando uno mismo es el protagonista (junto con unos cuantos miles de corredores más) de algo tan bonito. Y es que el maratón es diferente a cualquier otra carrera. Una vez leí que el maratón es una carrera con miles de ganadores y un héroe, y no puedo estar más de acuerdo. Da igual el tiempo que tardes, sólo por el valor que demuestras enfrentándote a esos 42,195 km y la satisfacción de terminarlos ya te convierte en ganador. Así que, antes de empezar con mi crónica, quiero felicitar a todos los corredores que llegaron a meta el pasado 15 de marzo en Barcelona porque todos tuvimos muchísimo mérito y conseguimos algo que la gran mayoría de personas nunca se plantearán.
En mi caso, llegaba a Barcelona con algo más de 1.100 kilómetros en las piernas desde que el pasado 20 de octubre iniciara la temporada. Veintiuna semanas de entrenamiento promediando unos 53 km semanales de carrera a pie tenían que ser suficientes para conseguir mi primer y gran objetivo de la temporada: terminar el maratón en menos de tres horas. Estaba muy mentalizado para conseguirlo y llegaba con la moral y la confianza por las nubes después de conseguir muy buenos resultados en las últimas competiciones en las que había participado, descansado tras dos semanas de haber soltado bastante el acelerador y sin molestias de ningún tipo que me preocuparan... Todo me sonreía y no podía fallar. Hasta el tiempo, que días antes parecía que no iba a acompañar, acompañó. En resumidas cuentas, un día perfecto para correr y para disfrutar de una de las mejores carreras que he corrido nunca.
El día de la carrera me levanté con tiempo y desayuné tranquilo lo que desayuno casi siempre, tenga o no competición: un plátano, bebida de avena y muesli con frutas y semillas de chía. Cuando estuve listo, me fui dando un paseo desde el hotel, cerca de Colón, hasta la Plaza de Espanya atravesando todo el Paral·lel. Fue curioso ver como a esas horas por las calles de Barcelona se mezclaba la gente que se iba a dormir tras una noche de fiesta y un montón de corredores que, como yo, se dirigían caminando a la zona de salida del maratón. No tardé demasiado y sobre las ocho menos veinte ya estaba allí. Había quedado con Carles poco después y cuando nos encontramos fuimos a prepararnos y a dejar las cosas en el guarda ropa. Pensábamos que íbamos con tiempo pero nada más lejos de la realidad. Entre unas cosas y otras se nos echó el tiempo encima, con lo que nos colocamos en nuestro cajón sin calentar nada de nada y a pocos minutos de dar la salida. Tenía clara mi estrategia y me la iba a jugar. Al empezar la temporada me hubiera conformado con correr al lado de las liebres de tres horas y hubiese firmado con los ojos cerrados terminar en 2h59'59", pero ahora y visto lo visto durante los últimos meses ya no. La idea era arriesgada pero tenía confianza y me iba a dejar llevar por las sensaciones. Quería llevar un ritmo en equilibrio entre la comodidad y la exigencia, sin ir forzado pero consciente de que iría rápido y acabaría con bastante margen respecto a ese objetivo sub 3 horas. Traducido en números, quería llevar un ritmo cercano o muy poco por encima de 4'/km. Ese era el ritmo al que había corrido en los 30 km de la Marató Costa Daurada de mediados de enero y aquel día fui muy cómodo y terminé relativamente fresco. Mi única duda era saber si pasados esos kilómetros tendría un bajón y me chocaría con el famoso muro o podría aguantar hasta el final.
Puntualmente dieron la salida de los atletas en silla de ruedas y pasados un par de minutos, la nuestra. Carles y yo salimos desde un buen sitio pero, con tanta gente, los primeros metros fueron lentos, algo que en carreras así viene de perlas para no dejarse llevar por la emoción (lógica en días y carreras así) y salir más rápido de la cuenta. Me encontraba, cuatro años después, corriendo otra vez el maratón en Barcelona y el recuerdo que tenía de aquel 6 de marzo de 2011 no podía ser más feliz. El inicio fue según lo esperado y mi ritmo "objetivo" y mis sensaciones estaban en perfecta armonía. Empezaba bien. Además, contaba con una liebre de lujo como Carles, que el uno por el otro nos intentaríamos hacer la carrera más amena.
Los primeros kilómetros pasaron volando. Si tengo que ser sincero antes de que me pudiera dar cuenta ya estábamos en el primer sitio "referencia" de la carrera, el Camp Nou, allá por el kilómetro siete. El ritmo y las sensaciones seguían siendo las previstas a pesar de que durante esos kilómetros el recorrido era en ligera pendiente. Y mejoraron cuando empezamos a correr en bajada por la Diagonal, pasando algunos kilómetros por debajo de 4'/km. En el 10, que pasamos en 40'49", decidí tomarme mi primer gel. Como sabéis, soy bastante anti-geles y tampoco suelo beber en carreras más cortas, pero amigos, un maratón es un maratón y ahí preferí no hacer experimentos, por si acaso. Así, fui bebiendo algo de agua casi en todos los avituallamientos (por cierto, perfectamente situados cada 2,5 km más o menos) y la idea era tomarme un gel en los kilómetros 10, 20 y 30. Si luego me notaba falto de fuerzas, ya tiraría de lo que diera la organización aunque tenía la esperanza de no necesitar nada más.
Aproximadamente en el kilómetro 12 volvimos a pasar cerca de la salida y de ahí tomamos una larga recta por la Gran Via de les Corts Catalanes. El ambiente fue espectacular con las calles llenas de gente animando y muchísimos puntos de animación que hacían que, por momentos, te vinieras arriba (algo que había que controlar). Sobre el kilómetro 17, llegó el segundo punto de referencia de la carrera, el paso por la Sagrada Família. A lo tonto, llevábamos casi la mitad de carrera y seguíamos corriendo a un ritmo alegre y sin un pequeño rastro de cansancio o desfallecimiento, más bien todo lo contrario. En algunos momentos hasta le tenía que pedir calma a Carles. Me sabía mal porque quizás frenandole le estaba impidiendo conseguir un tiempo espectacular, pero tenía miedo de que se quemara. Aún era pronto y lo podía pagar.
Poco después de pasar la Sagrada Família tomamos la Meridiana. Personalmente, me pareció el momento más aburrido de la carrera. Fue un tramo de ida y vuelta con poco público que se me hizo un poco pesado. Por suerte, aún iba bien de piernas y la cosa no pasó a mayores. Ya en el tramo de vuelta pasamos el ecuador de la carrera con un tiempo de 1h25'18". De vez en cuando Carles y yo hablábamos y hacíamos cuentas sobre el tiempo que llevábamos de ventaja sobre las tres horas. Aún íbamos bastante bien y éramos conscientes (o inconscientes) de que muy mal se nos tenían que dar esos segundos 21 kilómetros para no conseguir el objetivo. De hecho, no sé si por empezar a ganar la batalla a la cabeza y al cansancio (en esos momentos cualquier cosa vale para coger confianza pensando en lo que te queda), casi instintivamente aumentamos el ritmo y empezamos a correr por debajo de 4'/km. Le comenté a Carles que teníamos que hacer una segunda parte de carrera más rápida que la primera, como los buenos. Y en eso estábamos hasta que a partir del kilómetro 25 empecé a notar que Carles se iba quedando ligeramente atrás. Eran pocos metros y pensaba que sería un hecho puntual pero poco después me dijo que tirara yo, que no iba mal pero que prefería ser más conservador. La verdad es que hasta ese punto fuimos como dos relojes suizos, marcando siempre un ritmo prácticamente igual o muy parecido en cada kilómetro. Sinceramente, me supo mal aunque no dejaba de ser lógico. Este chico de sólo 18 años lleva entrenando mucho estos últimos meses pero pensando en distancias más cortas. No ha seguido un plan para correr un maratón (porque no estaba en sus planes iniciales) en menos de tres horas y creo que le faltaron kilómetros en las piernas, cosa que hizo que tuviera más valor lo que consiguió finalmente. Con la preparación adecuada, prefiero no pensar de lo que será capaz en pocos años.
Ahí empezó para mí otra carrera en solitario. Me sentía bien, corriendo con fuerza y sin variar prácticamente el ritmo. Cada kilómetro que pasaba al ritmo esperado era como una mini victoria, un paso más hacia el objetivo y un motivo de felicidad. De pronto, me di cuenta de algo curioso pero supongo que muy positivo. A pesar de ser más de 19.000 corredores, a esas alturas de la carrera ya habían desaparecido los grupos y me vi corriendo solo, encontrándome algún que otro corredor de vez en cuando pero prácticamente solo. Y digo que eso era positivo porque en una carrera tan multitudinaria no es fácil conseguir eso. Sin duda, era síntoma de que estaba haciendo muy bien las cosas.
Habiendo hecho el tramo de ida y vuelta por la Diagonal (hasta la Torre Agbar) y superado el kilómetro 30, empezamos a correr con vistas al mar. Mantenía un ritmo constante que durante la mayoría de kilómetros estuvo por debajo de 4'/km. Y ese ritmo me duró hasta el kilómetro 37, habiendo pasado ya por el Arc del Triomf. Llegados a este punto se empezaron a mezclar sentimientos y cansancio. Por primera vez en toda la carrera me entraron unas ganas enormes de que aquello terminara cuanto antes. La gente que animaba por las calles no paraba de repetir "esto ya está!!!" pero lo cierto es que aún quedaban casi cinco kilómetros. Y fueron esos últimos cinco kilómetros los que me impidieron hacer una carrera en negativo y terminar la segunda parte más rápida que la primera. Del 38 al 40 perdí unos 10" por kilómetro y los últimos dos kilómetros, de nuevo por el Paral·lel, fueron una agonía. De vez en cuando miraba el Garmin y pensaba que la pérdida de ritmo no era para tanto (mi kilómetro más lento del maratón salió a 4'28") pero yo me sentía ya muy pesado. Como digo, ese tramo del Paral·lel se me hizo eterno, y mira que fue bonito. El público estaba casi encima de los corredores, como en la típica imagen del Tour de Francia cuando el público se va apartando a medida que pasan los ciclistas. Pues en Barcelona, muy parecido. Sólo había una zona estrechita para correr y a ambos lados había gente animando. La verdad es que esto me gustó mucho y grabaré esa imagen para siempre a pesar de que en aquellos momentos ya no estaba para muchas fiestas. Cuando por fin vi la Plaza de Espanya a lo lejos pensé que sí, que lo tenía más que hecho. Antes del último giro para entrar por las Torres Venecianas hacia Maria Cristina, entre la multitud y casi por casualidad, vi a Arancha y a Iker, les sonreí y saqué las últimas fuerzas que me quedaban para correr lo más rápido que pude los últimos metros hasta meta. Al final, llegada a meta en 2h51'37", brazos arriba y objetivo más que conseguido. Posición 300 de la general (114 de mi categoría) de un total de 15.385 llegados a meta (resultados).
Siendo sinceros y sabiendo todo lo que supone un maratón, estoy más que feliz y satisfecho con el resultado. El único lunar que me pongo fueron esos últimos cuatro o cinco kilómetros donde perdí algo más de un minuto, pero poco más (hice la segunda mitad de carrera en 1h26'19"). Eso ya hubiera sido rizar el rizo, pero mantener un ritmo casi constante durante más de 37 kilómetros creo que también tiene su mérito. Por todo ello, como digo, terminé feliz y con la sensación de haber hecho, casi sin ninguna duda, la mejor carrera de mi vida.
Otro motivo de satisfacción fue ver llegar a meta poco después a Carles con un tiempo final de 2h56'07" (11º clasificado de su categoría sub23). Impresionante lo que ha conseguido este chico en cosa de cinco o seis meses. No sé si yo habré tenido mucho o poco que ver, pero lo que está claro es que tiene unas condiciones impresionantes y, si sigue así, en pocos años puede estar luchando por los primeros puestos en muchas carreras. Estoy casi seguro.
El día de la carrera me levanté con tiempo y desayuné tranquilo lo que desayuno casi siempre, tenga o no competición: un plátano, bebida de avena y muesli con frutas y semillas de chía. Cuando estuve listo, me fui dando un paseo desde el hotel, cerca de Colón, hasta la Plaza de Espanya atravesando todo el Paral·lel. Fue curioso ver como a esas horas por las calles de Barcelona se mezclaba la gente que se iba a dormir tras una noche de fiesta y un montón de corredores que, como yo, se dirigían caminando a la zona de salida del maratón. No tardé demasiado y sobre las ocho menos veinte ya estaba allí. Había quedado con Carles poco después y cuando nos encontramos fuimos a prepararnos y a dejar las cosas en el guarda ropa. Pensábamos que íbamos con tiempo pero nada más lejos de la realidad. Entre unas cosas y otras se nos echó el tiempo encima, con lo que nos colocamos en nuestro cajón sin calentar nada de nada y a pocos minutos de dar la salida. Tenía clara mi estrategia y me la iba a jugar. Al empezar la temporada me hubiera conformado con correr al lado de las liebres de tres horas y hubiese firmado con los ojos cerrados terminar en 2h59'59", pero ahora y visto lo visto durante los últimos meses ya no. La idea era arriesgada pero tenía confianza y me iba a dejar llevar por las sensaciones. Quería llevar un ritmo en equilibrio entre la comodidad y la exigencia, sin ir forzado pero consciente de que iría rápido y acabaría con bastante margen respecto a ese objetivo sub 3 horas. Traducido en números, quería llevar un ritmo cercano o muy poco por encima de 4'/km. Ese era el ritmo al que había corrido en los 30 km de la Marató Costa Daurada de mediados de enero y aquel día fui muy cómodo y terminé relativamente fresco. Mi única duda era saber si pasados esos kilómetros tendría un bajón y me chocaría con el famoso muro o podría aguantar hasta el final.
Puntualmente dieron la salida de los atletas en silla de ruedas y pasados un par de minutos, la nuestra. Carles y yo salimos desde un buen sitio pero, con tanta gente, los primeros metros fueron lentos, algo que en carreras así viene de perlas para no dejarse llevar por la emoción (lógica en días y carreras así) y salir más rápido de la cuenta. Me encontraba, cuatro años después, corriendo otra vez el maratón en Barcelona y el recuerdo que tenía de aquel 6 de marzo de 2011 no podía ser más feliz. El inicio fue según lo esperado y mi ritmo "objetivo" y mis sensaciones estaban en perfecta armonía. Empezaba bien. Además, contaba con una liebre de lujo como Carles, que el uno por el otro nos intentaríamos hacer la carrera más amena.
Los primeros kilómetros pasaron volando. Si tengo que ser sincero antes de que me pudiera dar cuenta ya estábamos en el primer sitio "referencia" de la carrera, el Camp Nou, allá por el kilómetro siete. El ritmo y las sensaciones seguían siendo las previstas a pesar de que durante esos kilómetros el recorrido era en ligera pendiente. Y mejoraron cuando empezamos a correr en bajada por la Diagonal, pasando algunos kilómetros por debajo de 4'/km. En el 10, que pasamos en 40'49", decidí tomarme mi primer gel. Como sabéis, soy bastante anti-geles y tampoco suelo beber en carreras más cortas, pero amigos, un maratón es un maratón y ahí preferí no hacer experimentos, por si acaso. Así, fui bebiendo algo de agua casi en todos los avituallamientos (por cierto, perfectamente situados cada 2,5 km más o menos) y la idea era tomarme un gel en los kilómetros 10, 20 y 30. Si luego me notaba falto de fuerzas, ya tiraría de lo que diera la organización aunque tenía la esperanza de no necesitar nada más.
Aproximadamente en el kilómetro 12 volvimos a pasar cerca de la salida y de ahí tomamos una larga recta por la Gran Via de les Corts Catalanes. El ambiente fue espectacular con las calles llenas de gente animando y muchísimos puntos de animación que hacían que, por momentos, te vinieras arriba (algo que había que controlar). Sobre el kilómetro 17, llegó el segundo punto de referencia de la carrera, el paso por la Sagrada Família. A lo tonto, llevábamos casi la mitad de carrera y seguíamos corriendo a un ritmo alegre y sin un pequeño rastro de cansancio o desfallecimiento, más bien todo lo contrario. En algunos momentos hasta le tenía que pedir calma a Carles. Me sabía mal porque quizás frenandole le estaba impidiendo conseguir un tiempo espectacular, pero tenía miedo de que se quemara. Aún era pronto y lo podía pagar.
Poco después de pasar la Sagrada Família tomamos la Meridiana. Personalmente, me pareció el momento más aburrido de la carrera. Fue un tramo de ida y vuelta con poco público que se me hizo un poco pesado. Por suerte, aún iba bien de piernas y la cosa no pasó a mayores. Ya en el tramo de vuelta pasamos el ecuador de la carrera con un tiempo de 1h25'18". De vez en cuando Carles y yo hablábamos y hacíamos cuentas sobre el tiempo que llevábamos de ventaja sobre las tres horas. Aún íbamos bastante bien y éramos conscientes (o inconscientes) de que muy mal se nos tenían que dar esos segundos 21 kilómetros para no conseguir el objetivo. De hecho, no sé si por empezar a ganar la batalla a la cabeza y al cansancio (en esos momentos cualquier cosa vale para coger confianza pensando en lo que te queda), casi instintivamente aumentamos el ritmo y empezamos a correr por debajo de 4'/km. Le comenté a Carles que teníamos que hacer una segunda parte de carrera más rápida que la primera, como los buenos. Y en eso estábamos hasta que a partir del kilómetro 25 empecé a notar que Carles se iba quedando ligeramente atrás. Eran pocos metros y pensaba que sería un hecho puntual pero poco después me dijo que tirara yo, que no iba mal pero que prefería ser más conservador. La verdad es que hasta ese punto fuimos como dos relojes suizos, marcando siempre un ritmo prácticamente igual o muy parecido en cada kilómetro. Sinceramente, me supo mal aunque no dejaba de ser lógico. Este chico de sólo 18 años lleva entrenando mucho estos últimos meses pero pensando en distancias más cortas. No ha seguido un plan para correr un maratón (porque no estaba en sus planes iniciales) en menos de tres horas y creo que le faltaron kilómetros en las piernas, cosa que hizo que tuviera más valor lo que consiguió finalmente. Con la preparación adecuada, prefiero no pensar de lo que será capaz en pocos años.
Ahí empezó para mí otra carrera en solitario. Me sentía bien, corriendo con fuerza y sin variar prácticamente el ritmo. Cada kilómetro que pasaba al ritmo esperado era como una mini victoria, un paso más hacia el objetivo y un motivo de felicidad. De pronto, me di cuenta de algo curioso pero supongo que muy positivo. A pesar de ser más de 19.000 corredores, a esas alturas de la carrera ya habían desaparecido los grupos y me vi corriendo solo, encontrándome algún que otro corredor de vez en cuando pero prácticamente solo. Y digo que eso era positivo porque en una carrera tan multitudinaria no es fácil conseguir eso. Sin duda, era síntoma de que estaba haciendo muy bien las cosas.
Habiendo hecho el tramo de ida y vuelta por la Diagonal (hasta la Torre Agbar) y superado el kilómetro 30, empezamos a correr con vistas al mar. Mantenía un ritmo constante que durante la mayoría de kilómetros estuvo por debajo de 4'/km. Y ese ritmo me duró hasta el kilómetro 37, habiendo pasado ya por el Arc del Triomf. Llegados a este punto se empezaron a mezclar sentimientos y cansancio. Por primera vez en toda la carrera me entraron unas ganas enormes de que aquello terminara cuanto antes. La gente que animaba por las calles no paraba de repetir "esto ya está!!!" pero lo cierto es que aún quedaban casi cinco kilómetros. Y fueron esos últimos cinco kilómetros los que me impidieron hacer una carrera en negativo y terminar la segunda parte más rápida que la primera. Del 38 al 40 perdí unos 10" por kilómetro y los últimos dos kilómetros, de nuevo por el Paral·lel, fueron una agonía. De vez en cuando miraba el Garmin y pensaba que la pérdida de ritmo no era para tanto (mi kilómetro más lento del maratón salió a 4'28") pero yo me sentía ya muy pesado. Como digo, ese tramo del Paral·lel se me hizo eterno, y mira que fue bonito. El público estaba casi encima de los corredores, como en la típica imagen del Tour de Francia cuando el público se va apartando a medida que pasan los ciclistas. Pues en Barcelona, muy parecido. Sólo había una zona estrechita para correr y a ambos lados había gente animando. La verdad es que esto me gustó mucho y grabaré esa imagen para siempre a pesar de que en aquellos momentos ya no estaba para muchas fiestas. Cuando por fin vi la Plaza de Espanya a lo lejos pensé que sí, que lo tenía más que hecho. Antes del último giro para entrar por las Torres Venecianas hacia Maria Cristina, entre la multitud y casi por casualidad, vi a Arancha y a Iker, les sonreí y saqué las últimas fuerzas que me quedaban para correr lo más rápido que pude los últimos metros hasta meta. Al final, llegada a meta en 2h51'37", brazos arriba y objetivo más que conseguido. Posición 300 de la general (114 de mi categoría) de un total de 15.385 llegados a meta (resultados).
Siendo sinceros y sabiendo todo lo que supone un maratón, estoy más que feliz y satisfecho con el resultado. El único lunar que me pongo fueron esos últimos cuatro o cinco kilómetros donde perdí algo más de un minuto, pero poco más (hice la segunda mitad de carrera en 1h26'19"). Eso ya hubiera sido rizar el rizo, pero mantener un ritmo casi constante durante más de 37 kilómetros creo que también tiene su mérito. Por todo ello, como digo, terminé feliz y con la sensación de haber hecho, casi sin ninguna duda, la mejor carrera de mi vida.
Otro motivo de satisfacción fue ver llegar a meta poco después a Carles con un tiempo final de 2h56'07" (11º clasificado de su categoría sub23). Impresionante lo que ha conseguido este chico en cosa de cinco o seis meses. No sé si yo habré tenido mucho o poco que ver, pero lo que está claro es que tiene unas condiciones impresionantes y, si sigue así, en pocos años puede estar luchando por los primeros puestos en muchas carreras. Estoy casi seguro.
Y nada, para terminar quiero acordarme de todos los que estuvisteis pendientes de la carrera ese mismo domingo (en especial al míster y a todo el USK Team) y daros las gracias por los muchos mensajes de felicitación que me enviasteis. Fue un día bonito y especial en el que acabé tan cansado como feliz. Y creedme que estaba muy cansado.
Ahora ya sí, os dejo con algunas fotos de la carrera (compré todo el pack de la organización porque creo que la ocasión merecía la pena y, sinceramente, hay muy buenas fotos) y con los datos del Garmin para el que quiera echarle un vistazo a mi carrera.
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