martes, 1 de marzo de 2016

Crónica Zurich Maratón Sevilla


Más de una semana después de haber participado en el Zurich Maratón Sevilla, por fin me decido a escribir la crónica. Me gustaría tener más tempo en general y no dejar pasar tanto los días entre una carrera y su crónica, pero la verdad es que me cuesta mucho trabajo sacar algún rato para escribir. Pero bueno, a pesar de eso, vamos allá. Más vale tarde que nunca.

La crónica del Zurich Maratón de Sevilla empieza el viernes 19 de febrero, a eso de las cinco de la tarde, cuando nos reunimos varios miembros del equipo en la estación del AVE del Camp de Tarragona. Allí, Raúl y Jenny, Ivet y Xavi, los dos Davids y Arancha, Iker y yo nos subimos al tren que nos llevaría, en menos de cinco horas, a Sevilla. Llegamos sin problemas antes de las diez de la noche a la estación de Santa Justa y desde allí nos dirigimos a Tomares, un pequeño pueblo muy cerca de Sevilla donde se encontraba la casa que habíamos alquilado. Allí ya nos estaban esperando Joanra, Raquel, Kyny, Melani (que llevaban un par de días ya en Sevilla) y Llàtzer, Aleix y Òscar, que viajaron el mismo día que nosotros pero unas horas antes. Una vez instalados en la casa y repartidas las habitaciones, fuimos a buscar algo de cenar y, poco después, a dormir, que nos esperaban un par de días moviditos.

En el AVE Camino de Sevilla
El sábado por la mañana nos levantamos relativamente pronto y sobre las nueve de la mañana fuimos a cumplir con el tradicional rodaje precompetición. Fuimos Raúl, Xavi, Joanra, Kyny, los dos Davids y yo. Rodaje suave de media horita con unos cuantos progresivos y poco más. Antes de volver a casa para ducharnos y desayunar, pasamos por el supermercado para llenar un poco la nevera. Cuando lo tuvimos todo hecho, nos fuimos a recoger el dorsal y a la pasta party. Entre unas cosas y otras se nos echó encima la tarde y aún teníamos que pasar por algúna tienda o centro comercial para comprarle algo de ropa a Iker, ya que el viernes se nos olvidó su maleta en casa. Al final, hasta pasadas las ocho de la tarde no llegamos a casa y aún teníamos que hacer nuestra penúltima carga de hidratos antes de la carrera del día siguiente. Sin duda, no fue la mejor manera de pasar el día previo a un maratón. Demasiado ajetreo y demasiado tiempo caminando y, lo peor, a pie quieto.

Expo, recogida de dorsales y pasta party
Para cenar la mayoría optaron por el arroz o la pasta, y yo me decidí por por unos macarrones de trigo sarraceno, una tostada de pan integral con tomate y aguacate y algo de fruta. Sobre las doce (demasiado tarde para mí gusto) nos fuimos a dormir.

Y el domingo, día de la carrera, el despertador sonó a las 6:30. Me levanté rápido, sin pereza y sin sentirme con sueño, me vestí y bajé a desayunar lo de cada día. A pesar de tener por delante un maratón no cambié mi rutina: un plátano, bebida de avena con cacao, semillas de chía y muesli y una rebanada de pan integral con crema de algarroba casera. Siempre desayuno esto (a veces cambio la crema de algarroba por crema de cacahuete), compita, entrene o no, es mi manera de arrancar el día y me funciona, así que no hay motivos para cambiarlo. A las 7:30 teníamos a los taxis en la puerta (habíamos quedado con ellos el día antes) y desde allí ya nos dirigimos al Estadio de la Cartuja para dejar las cosas y ultimar detalles. Mientras esperábamos para reagruparnos (con tanta gente era fácil perderse) me encontré con Ivan, un antiguo compañero con el que jugaba a fútbol sala y que hacía un montón de años que no veía. Que casualidad y que pequeño es el mundo. El de Castellón y yo de Tarragona y nos encontramos casualmente en el Maratón de Sevilla... La verdad es que me hizo ilusión volver a verle.

Con Ivan
A primera hora de la mañana aún hacía algo de frío y esperamos todo lo que pudimos para dejar la ropa de abrigo y las mochila en el guardarropa. A pesar de ser 13.000 corredores estuvo todo muy bien organizado y prácticamente no se formaron colas para dejar las cosas. Ahora ya sí, todo hecho! Últimas fotos de grupo, últimas palabras de ánimos para todos y cada uno a su cajón. Raúl, Kyny y yo teníamos el mismo con lo cual aún tuvimos tiempo de hacernos las últimas bromas y presionarnos para hacer una u otra marca. Yo lo tenía claro. Mi estrategia iba a ser la que tenía prevista desde hacía ya muchos días, es decir, salir a ritmo entre 4:00 y 4:05/km. No quería ser osado pero tampoco excesivamente conservador, con lo cual creí que ese ritmo era adecuado.



A las 9, puntualmente, dieron la salida y empezamos a correr. A pesar de toda la gente que había, no tardé en coger mi “velocidad de crucero”. Como cambia correr a ese ritmo solo a hacerlo en una competición. Los primeros kilómetros hacia el Barrio de Triana fueron muy cómodos. Me sentía muy bien, suelto y sin sentir nada de esfuerzo. De vez en cuando fui controlando las pulsaciones y todo hacía indicar que iba muy bien, quizás hasta hubiera podido apretar más ya que superaba por poco las 140ppm. De todas formas, esto iba a ser muy largo y todavía podían pasar muchas cosas. Pasado el kilómetro cinco dejamos Triana y cruzamos el Puente de San Telmo para luego girar a la izquierda y tomar una larguísima avenida. Allí vi la Torre del Oro, creo que una de las pocas cosas en las que me fijé en toda la carrera. Corrimos por esa avenida paralela al río hasta bien entrado el kilómetro diez (que pasé en 40’40”), donde me tomé mi primer gel. Unos kilómetros antes, justo donde vi a Xavi, Melani y Raquel animando y haciendo fotos, tuve el placer de compartir un par de kilómetros (quizás algo menos) con dos ilustres del atletismo español, Abel Antón (comentó que iba a buscar las 2h55’) y con Martín Fiz, que imagino que corrió algunos kilómetros del Maratón de Sevilla como parte de su preparación para intentar ganar, como así lo hizo, el Maratón de Tokio. Fue curioso, y hasta me sentí un poco osado al dejarles atrás. No sabía que pasaría después pero en aquellos momentos me sentía bien y quería ir a buscar un tiempo mejor que las 2h55’.




La primera parte de la carrera pasó sin apenas darme cuenta. Durante los primeros 20 kilómetros mantuve el ritmo inicial sin problemas, hasta diría que con mucha suficiencia. Seguía con las pulsaciones muy controladas y notando que, quizás, me estaba pasando de conservador. En aquel momento, teniendo en cuenta las sensaciones que llevaba, tomé la decisión de aumentar el ritmo. Tenía en cuenta el posible bajón de los kilómetros finales pero asumía que, probablemente, llegaría igual hiciera lo que hiciera (siempre con cabeza, por supuesto), así que decidí jugármela y apretar. Enseguida me puse a un ritmo alrededor de 3’55”/km y me mantuve así hasta el kilómetro 30. Pasé el medio maratón en 1h25’33” y el 30 en 2h00’55”. En los kilómetros 20 y 30 me había tomado otro gel, más como “medida preventiva” que como supuesta necesidad. La verdad es que ni esta vez ni ninguna de las pocas veces que tomo geles, noto ese supuesto “subidón” de energía. No sé hasta que punto me ayudan pero tengo que decir que no noto ningún efecto positivo cuando me los tomo. Quizás debería probar de correr algún día un maratón sin tomarlos para comprobar su verdadero efecto. De todas formas, en Sevilla no era el día. No quería hacer experimentos ni arruinar una carrera por ese motivo. De esta forma y como ya he dicho, como medida preventiva me tomé tres geles, uno en el kilómetro 10, otro en el 20 y otro pasado el 30.

Durante los primeros kilómetros de carrera intenté ir fijándome un poco en el recorrido, pero no sé a partir de que momento dejé de fijarme en las cosas y me centré únicamente en correr. Entre los kilómetros 28 y 29 vi el estadio del Sevilla y poco después, sobre el 32, el del Betis, pero poco más. El supuesto muro (también conocido como “hombre del mazo”) del kilómetro 32 lo superé sin problemas y a partir de ahí empezaba la cuenta atrás de kilómetros. Es un momento importante y da moral empezar a pensar que, más que sumar, empiezas a restar los kilómetros que faltan para terminar el maratón. Había perdido algo de ritmo pero seguía rodando por debajo de 4’05”/km. En el kilómetro 35 por fin llegamos al Parque María Luisa, por donde corrimos un rato hasta llegar a una Plaza de España llena de gente animando. Fue antes de salir del parque donde, a pesar del ambiente festivo y de los ánimos de la gente, mis sensaciones cambiaron radicalmente (para mal, por supuesto) y mis ganas de terminar empezaron a crecer. Empecé a sentir las piernas cansadas y ya no corría con la soltura de los kilómetros anteriores. Todavía faltaban unos 5 kilómetros para terminar y la cosa parecía que no iba a ser nada fácil. Lo menos malo es que, a pesar del cansancio, el ritmo no se resintió excesivamente y pasé los kilómetros 38 y 39 a 4’15”/km. En aquellos momentos iba con tantas ganas de terminar que tampoco me fijé cuando pasamos por la Catedral ni vi la Giralda (ya tendría tiempo por la tarde). Los dos kilómetros siguientes fueron los peores de toda la carrera con diferencia (4’28” el 40 y 4’23” el 41). 





Durante estos kilómetros finales, igual que a lo largo de toda la carrera, no pensé en ningún momento en el tiempo final. No me quise añadir presión ni darle vueltas a la cabeza por conseguir un resultado u otro, simplemente sabía que había llevado un buen ritmo, a pesar de esa pérdida de varios segundos al final, durante todo el maratón e intuía que saldría un tiempo muy parecido al de Barcelona del año pasado. Como decía, los kilómetros 40 y 41 fueron un pequeño borrón que no empañaron para nada la impecable carrera que había hecho hasta el momento, pero al ver a lo lejos el Estadio de la Cartuja y con permiso de los isquios de mi pierna derecha que empezaban a quejarse, me olvidé de casi todo y volví aumentar el ritmo. Kilómetro 42 en 4’18” y emocionante entrada al Estadio de la Cartuja con unas gradas llenas de gente animando. A esas alturas mi Garmin ya marcaba los 42,2 km pero, como ya es habitual, hubo un descuadre entre el reloj y la famosa línea verde de unos 300 metros, por lo cual aún faltaba hacer esos últimos metros por el tartán. Corrí rápido, dando todo lo que me quedaba (que no era mucho). En la recta de meta vi que el crono marcaba ya las 2h52’ por lo que sabía que no mejoraría el tiempo de Barcelona aunque restara los segundos que pasaron desde la salida hasta mi paso por la alfombra. A pesar de eso, disfruté muchísimo de la llegada. Lo había vuelto hacer, un nuevo maratón disfrutado y sufrido (más disfrutado que sufrido) y consiguiendo bajar con muchísimo margen de la barrera de las tres horas. Al final, tiempo de 2’51’59” (resultados), sólo 22” por encima del tiempo del Maratón de Barcelona del año pasado y la sensación de que en los últimos 5 kilómetros me faltó saber sufrir un poco más. De todas formas, aunque ahora piense eso y que quizás con algo más de frialdad al afrontar los últimos cinco kilómetros (donde se me escaparon entre 90 y 100”) podría haber sacado un mejor resultado, lo conseguido en Sevilla es para estar muy satisfecho. Me planté en la salida después de una preparación atípica y donde sigo pensando que me salvaron las últimas tres o cuatro semanas de entrenamiento. El resto fueron rentas de tiempos pasados, así de claro. Llegar a un maratón acumulando sólo unos 500 km en las piernas en los últimos cinco meses y esperar milagros era una temeridad. Sin embargo, el milagro (por llamarlo de alguna manera y con algo de sufrimiento) ocurrió. No sé si acerté con mi estrategia o no, no sé si debería haber apretado más al principio para tener más segundos acumulados de cara al bajón final y, de lo contrario, tampoco sé si de haber hecho eso el bajón hubiera empezado en el kilómetro 37 o mucho antes. Son cosas que ahora me pregunto y que nunca sabré, pero lo que sí sé es que me permití el lujo de correr un maratón disfrutando durante más de 35 kilómetros y sufriendo sólo en la parte final. Me quedo con eso, con la sensación de haber hecho una carrera inteligente y muy equilibrada, sin muchos altibajos y con una segunda parte sólo 53” más lenta que la primera.




Al terminar la carrera y pararme, casi no me podía mover. Acabé con un fuerte dolor en los lumbares y me costó varios minutos poder salir del estadio y encontarme con Arancha y con Iker. Antes de eso estuve unos minutos esperando para ver si veía a Kyny y Raúl, que en teoría deberían ser los primeros en terminar, pero no hubo manera entre tanta gente. Al final decidimos ir a recoger mi mochila para cambiarme y no coger frío y esperar que los demás nos fueran diciendo donde estaban.

Lo más positivo de todo, teniendo en cuenta que un maratón es un maratón y que terminarlo ya es todo un éxito, es que todos los miembros del USK Team, con mejores o peores tiempos y más o menos satisfechos, terminamos esos difíciles 42,2 kilómetros por las calles de Sevilla. Kyny terminó en 2h57’32” (no está mal para ser su debut), Raúl en 3h10’15”, Joanra en 3h16’56”, David L. en 3h20’43”, David B. en 3h51’14”, Llàtzer en 3h54’23”, Aleix en 3h54’25” y Òscar en 5h10’52”. Todos finishers y todos felices por compartir este día y vivir la experiencia.


En cuanto a la clasificación, mis 2h51’59” sólo me sirvieron para terminar en el puesto 472 de 10.806 llegados a meta, quedando el 136 de mi categoría. Aquí va mi diploma:


Como hoy he optado por hacer la crónica un poco diferente y ya he ido colgado las fotos, para terminar sólo os dejo los detalles de mi carrera del Garmin y el vídeo de mi llegada a meta. Ahora a recuperarse bien y a seguir trabajando, que la temporada acaba de empezar y este maratón ha sido solo el comienzo del largo camino que me espera.


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