Este domingo, a pesar de celebrarse también los 10km y la Mitja de Reus, preferí cambiar un poco de aires, coger la bicicleta de montaña y participar en la 4ª Marxa Btt Eutiches (56 km). Lo hice, fundamentalmente, porque durante las próximas semanas correré tres “diez miles”, la Behobia/SS y la Mitja de Tarragona de forma seguida, así que pensé que, para no saturarme ni hacer demasiadas veces lo mismo, esta sería una buena opción. Además, me pillaba muy cerca de casa.
Después de las lluvias que cayeron a lo largo de todo el sábado y durante las horas previas a la carrera (llegué a pensar que se anularía la prueba), todo hacía pensar que el recorrido en general se endurecería y se haría más difícil. Por suerte, esta vez sí, fui mentalizado que única y exclusivamente quería disfrutar. Daban igual los tiempos y la clasificación. Me encontraría en un terreno que no es el mío y en el que no estoy demasiado acostumbrado, así que lo más importante era pasarlo bien y no tener ningún percance serio en forma de caída o lesión.
Llegué a la recogida de dorsales con bastante tiempo. A pesar de ser menos de 300 inscritos entre las dos carreras (26 y 56 km), las colas fueron muy lentas y tardé casi media hora en recogerlo, increíble. Después, realicé un suave calentamiento que se alargó mucho debido al retraso con el que empezó la carrera. Sobre las nueve y media, por fin, salimos.
Desde Tarragona, fuimos por la carretera (supongo que para estirar el grupo) hasta el aparcamiento del Puente del Diablo y, una vez allí, empezó la auténtica carrera de montaña. No salí fuerte y me situé en un grupo del medio. Pequeño error si tenemos en cuenta que nada más entrar a los caminos de tierra se empezaron a formar tapones y tuvimos que bajarnos de la bici varias veces en tramos sin dificultad. Es una cosa que no acabo de entender. Está claro que cada uno tiene su nivel, sus virtudes y sus carencias (yo por ejemplo soy consciente de que bajando soy lento) pero bajarse de la bici a las primeras de cambio... Durante estos primeros kilómetros el recorrido está en buenas condiciones a pesar de las lluvias. No hay demasiados charcos, no hay demasiadas piedras, incluso a ratos es un camino ancho donde se puede adelantar. Además, me vienen bien porque son de subida y, yendo tranquilo, gano alguna que otra posición. Hecha esta primera subida, empieza un recorrido rompe piernas con continuas subidas y bajadas. Voy a gusto, disfrutando. Me lo estoy pasando bastante bien y de momento no he tenido ningún susto, que ya es mucho. Hasta me sorprendo en alguna zona medio técnica donde me desenvuelvo relativamente bien. El recorrido llega hasta Vespella de Gaià pasando por el pantano para después dar la vuelta y volver por otro camino. Antes de llegar al pueblo y casi en el ecuador de la carrera, entramos en una zona con una serie de charcos muy largos. A lo mejor exagero pero algunos debían ser de casi 100 metros. Menos mal que no eran muy profundos. Además de estos, también hay otros más pequeños que varias veces, en lugar de esquivarlos, paso por encima recreándome como si fuera un niño pequeño. Señal de que me estoy divirtiendo. Una vez en Vespella, y después de otra gran subida de asfalto, toca dar la vuelta y volver. Llevo sin beber nada en todo el rato así que en el tercer avituallamiento decido para a tomar algo. Justamente en ese no había líquidos, sólo sólidos, así que cojo trozos de plátano y naranja y sigo mi camino. Volvemos a pasar por el pantano y, en ese momento, tanto yo como cuatro ciclistas más no vemos marcas del camino a seguir por ninguna parte. Damos vueltas, paramos a hablar y perdemos algo de tiempo pero al final encontramos una señal que nos indica el camino. Sinceramente, en esa zona creo no haber estado nunca en bici y estoy desorientado. Por suerte, es la señal correcta y vamos en grupo un rato, aunque poco. Vuelvo a parar en el siguiente avituallamiento y bebo un aquarius. La verdad es que me apetecía después de casi tres horas sin beber absolutamente nada.
A partir de ahí, el camino de vuelta a meta es muy entretenido. Hace casi todo bajada y lejos de pasar apuros, se me hace muy entretenido. No arriesgo en ningún momento pero tampoco voy lento. Y digo esto porque en todo ese tramo no me adelantó nadie, buena señal. Poco a poco voy reconociendo el camino y, finalmente, volvemos a aparecer en el Puente del Diablo. Esta vez, por eso, la vuelta a Tarragona no será por la carretera sino por el camino del río Francolí. Cuando veo eso, y como me conozco el camino casi a la perfección, me temo lo peor. Efectivamente, esa zona está hasta arriba de agua. Si antes decía que de camino a Vespella había charcos de unos 100 metros, estos eran bastante más largos. Y lo mejor aún, mucho más profundos. Tanto que es imposible ir subido a la bici. En esos charcos alcanzo a tres ciclistas más que no saben por donde tirar, aunque no hay otra posibilidad, toca atravesarlos sí o sí. Pasamos subidos a la bici hasta que es posible y después, caminando con el agua hasta casi las rodillas. Después de los charcos, sólo queda terminar ese camino de un par de kilómetros más y llegar a Tarragona para dirigirse a meta. En ese momento, estando aún fresco, acelero, dejo atrás a los tres ciclistas y llego solo a meta entrando en la posición 59 de 122, quedando el 21º de mi categoría (clasificaciones). No está nada mal teniendo en cuenta como me he tomado la competición. Sobre el tiempo real, es una incógnita. La organización pone que llegué a meta a las 12:56, con lo cual, si salimos a las 9:30 fueron unas 3h26'. Según mi Garmin, el tiempo de pedaleo (o en movimiento) fue de 3h18'49" y el total (contando el tiempo parado en los avituallamientos y el tiempo que estuvimos parados buscando las señales correctas) fue de 3h32'37", así que hay tiempos para todos los gustos. Sinceramente, en esta ocasión me da absolutamente lo mismo. Disfruté, me divertí y terminé sin caídas ni problemas. Antes de empezar no las tenía todas conmigo.
Por lo demás, la organización me pareció un pelín justa en varios sentidos: recogida de dorsales muy lenta para los pocos que éramos, sistema de cronometraje, señalización del recorrido, bolsa del corredor... los avituallamientos sí que me parecieron suficientes y con cierta variación, pero a la llegada me tuve que conformar con una botella de agua ya que aún estaban haciendo el pan tostado y la carne (creo) y ya no me esperé.
A pesar de esos detalles, vuelvo a decir que me lo pasé bastante bien y no me arrepiento de haberla hecho en lugar de correr en Reus. Fue una mañana diferente.
No sé si la organización irá colgando fotos en la web. Yo de momento dejo las que me hizo Arancha llegando a meta y, como siempre, los resultados del Garmin:
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