La primera crónica del 2014 se ha hecho esperar un poco más de lo habitual pero ya está aquí. No es normal que haga mi primera carrera del año a finales de marzo pero hasta ahora los fines de semana han estado dedicados casi exclusivamente a entrenos de transición y tiradas largas en bici y hasta el pasado domingo no me decidí a hacer una carrera a pie. De todas formas, la espera mereció la pena.
A las ocho de la mañana salí de casa con la bici en dirección a Bràfim. Hacía fresquito y mucho viento, así que me lo tomé con calma. En unos cincuenta minutos me planté allí, donde había quedado con Arancha sobre las nueve para dejar la bicicleta en el coche y cambiarme. Una vez cambiado, me encontré con Òscar, el míster, y calentamos juntos unos minutos antes de irnos a la salida. La verdad es que llegaba a la carrera sin nada planeado, sin ninguna idea de lo que podría salir o dejar de salir. Llevaba una semana muy cargada de horas de entreno, destacando sobre todo la transición del miércoles y los más de 110 kilómetros en bici del día antes, así que todo era una incógnita. A pesar de eso, no me sentía especialmente cansado y algo me decía que sería asequible hacer un tiempo parecido al de los dos años anteriores.
Como me pasa la mayoría de las veces (en el fondo sigo siendo un “dominguero”), me coloqué bastante atrás en la salida, así que durante los primeros metros tocaría ir con cuidado de no tropezar con nadie ya que el camino era bastante estrecho. Por suerte, fue una salida limpia y enseguida pude correr a mi ritmo. Los dos primeros kilómetros, prácticamente llanos, los corrí por debajo de 4’/km sin demasiados problemas. Los dos siguientes, ya con alguna pequeña subida, los pasé alrededor de 4’10”/km. No fue hasta el quinto kilómetro de carrera cuando encontré mi sitio y a partir de ese momento fui prácticamente solo. No tenía ni idea de los corredores que tenía por delante pero el hecho de ir adelantando a mucha gente desde el principio y llegar a quedarte “solo” casi siempre es un buen síntoma. Ese quinto y el sexto kilómetro también fueron muy rápidos (a 3’46” y 3’27” respectivamente), y a partir de ahí empezaba la auténtica carrera de montaña. Tocaba iniciar el ascenso a la Torre del Moro, a unos 370 metros de altura. Hasta el noveno kilómetro la subida fue constante pero pude mantener un ritmo medianamente bueno (siempre por debajo de 5’/km). Luego ya fue otro cantar. La subida a la Torre por un camino de piedras muy estrecho siempre es dura, así que me la tomé con calma. Posiblemente ese fue mi peor momento ya que me hubiera gustado sentirme con más fuerza en la subida. Ese décimo kilómetro, como es lógico, fue el más lento de toda la carrera (7’13”). Una vez arriba, donde casi se me lleva el viento, llegaba el momento que menos me gusta, bajar por el cortafuegos. No sé si lo digo cada vez que corro en Bràfim, si son imaginaciones mías o si es que cada vez tengo más miedo (o más sentido común, según se mire), pero la bajada me parece más inclinada cada año. Total, como digo medio en broma, medio en serio, en esos momentos me faltó poner el culo en el suelo y bajar sentado, pensando que no vale la pena jugarse la temporada por este motivo. En ese tramo me adelantaron dos corredores, que me parecieron pocos teniendo en cuenta el ritmo al que bajé. Al final parece que no fue tan grave... Una vez abajo, nos esperaban un par de kilómetros muy rápidos y la última gran cuesta de asfalto. Esta última subida también tiene su encanto. Apenas son 400 metros pero cuando la ves te dan ganas de dar la vuelta y volver por donde has venido. No sé que grado de desnivel tiene pero no es nada despreciable, de verdad. La afronté con calma y, una vez arriba, donde siempre hay bastante gente animando, vi a Arancha que me hizo un par de fotos y unos metros más adelante llegué a meta, parando el crono en 1h02’48”, finalizando la carrera en 11ª posición (6º de mi categoría) de 294 llegados a meta (clasificación). En el momento de terminar no me imaginaba que habría quedado tan arriba en la clasificación, así que es para estar muy contento, y más si tenemos en cuenta que este año he rebajado en casi 5 minutos los resultados de los dos últimos años. Parece que corriendo la cosa va por el buen camino sin ni siquiera buscar esos resultados.
Para terminar, sólo decir que esta Cursa i Caminada de Bràfim – Ermita de Loreto a nivel organizativo es de 10. Circuito muy divertido, una buena bolsa del corredor, varios avituallamientos (con un poco de todo) a lo largo de los casi 14 km de carrera, fotos gratis y un montón de comida y bebida al terminar para corredores y acompañantes. Sin duda, es una de las carreras que podía servir como ejemplo a muchas de las que se organizan por los alrededores. Dicho queda.
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