martes, 24 de mayo de 2016

Crónica Polar Gran Fondo La Mussara

Por tercer año consecutivo, el pasado sábado 14 de mayo participé en la marcha cicloturista Polar Gran Fondo La Mussara, que ya se ha convertido en todo un clásico en mi calendario de competiciones y este año tampoco quise perdérmela. Esta edición, además, llegaba en (probablemente) el mejor momento posible en cuanto a calendario se refiere. Estando inmerso en mi preparación para Niza, y a falta de tan sólo tres semanas para el Ironman, esta marcha me tendía que servir como entrenamiento de calidad y para valorar un poco mi estado de forma ante lo que se avecina en pocos días.

El sábado tocó madrugar. La carrera comenzaba a las siete y media y para llegar con tiempo y aparcar cómodamente me levanté sobre las cinco, desayuné tranquilo, preparé los últimos detalles y me fui a Reus. El día amaneció despejado pero soplaba mucho viento. Aparqué sin problemas y enseguida me encontré con Juande y Xavi, que también iban a participar en la marcha, concretamente en el Medio Fondo de 97 km. Hicimos las fotos de rigor y a continuación, pasados pocos minutos de las siete de la mañana, me fui a colocar en mi cajón. Salía desde el tercero (prácticamente delante de todo) y para mi sorpresa, a pesar de ser más de 4.000 ciclistas los que participaban en  el Gran Fondo (187 km con 3.200 metros de desnivel positivo), no hubo aglomeraciones ni problemas en la salida. Fue una salida limpia y no se produjeron tapones ni caídas, así que, en ese sentido, el comienzo fue perfecto.

Los primeros kilómetros, hasta salir de Reus, fueron neutralizados pero a buen ritmo. Sin haber calentado nada y sin ser demasiado buen rodador, el inicio me costó un poco, aunque también es verdad que lo hice tranquilo y en ningún momento hice el más mínimo intento de apretar para ganar posiciones. Me lo tomé como una especie de calentamiento y siendo consciente que aquello era muy largo y que en esos primeros kilómetros apenas se gana nada. Dejamos Reus para ir en dirección Vilaplana, donde se iniciaba la subida “reina” del día, La Mussara. Allí empezaba el primero de los dos tramos cronometrados del día y, a diferencia del año pasado, me lo tomé con calma, con mucha calma. Puse el plato pequeño, subí la mayor parte del tiempo sentado y no me impacienté cuando tuve problemas para adelantar. En este primer puerto, y especialmente en los kilómetros iniciales, aún éramos muchos ciclistas rodando juntos y los pelotones hacían difíciles los adelantamientos, así que, como digo, subí tranquilamente, disfrutando de las impresionantes vistas. En los kilómetros finales de la subida la cosa se despejó un poco y fui ganando bastantes posiciones. La sorpresa llegó al final del tramo cronometrado cuando miré el reloj y vi que este año, tomándomelo con calma, subiendo con un desarrollo fácil y sin apretar, hice un minuto y pico menos que el año pasado, finalizando el primer puerto en poco más de 37 minutos. Es verdad que esta temporada estoy entrenando más en bici que la anterior, pero el resultado no dejó de sorprenderme, gratamente, por supuesto.

Al final de la Mussara la marcha se estiró muchísimo y se rompieron bastante los grupos. Ahí empezó un tramo hasta Mont-ral muy rápido y con varias curvas peligrosas que llevé como pude. No sé si es sensación mía o que, pero tengo la impresión que cada vez bajo peor o, como mínimo, con más miedo. Por suerte fui bastante solo durante esos kilómetros y ni molesté ni me molestó nadie. Entre Mont-ral y Capafonts me encontré con Chema Martínez, que había subido La Mussara muy fuerte e iba un poco justo de fuerzas. Aproveché para saludarle e intercambiar unas palabras con él y poco después seguí a lo mío.

Al poco rato llegamos a Capafonts (segundo avituallamiento en el que tampoco paré) y allí tocó encarar la segunda subida seria de la mañana, el llamado Picorandan, de unos cinco kilómetros. Subí bien, sintiéndome fuerte y ganando varias posiciones. A pesar de arrastrar cierto cansancio de días y semanas anteriores, en ningún momento sentí que me fallaran las fuerzas, es más, hasta puedo decir que fui dosificándome (al terminar aún me quedaba una hora de carrera a pie a modo de transición) y muy pendiente de la alimentación más que de emplearme a fondo.

Al coronar este segundo puerto llevábamos ya unos 45 kilómetros y empezaba un tramo algo más favorable, con continuos toboganes al principio y una bajada pronunciada que duró hasta pasados los 70 kilómetros, donde empezaba un nuevo ascenso. Unos pocos kilómetros antes, a la altura del Coll d’Alforja, los circuitos de las dos distancias ya se habían separado.

Este tercer puerto, con final en Albarca, fue quizás algo más suave y tendido. Volví a subir cómodo, utilizando el plato pequeño más de lo que es habitual en mí y encontrándome muy bien. Al pasar de largo en el avituallamiento de Cornudella, aunque luego no tuve problemas, sentí que me había equivocado. Quizás hubiera sido conveniente parar a rellenar el bidón puesto que ya, hasta el kilómetro 113 en Margalef, no había otro. Por suerte, y como digo, luego no lo tuve que lamentar.

Dejando atrás el Coll d’Albarca, llegó el momento de bajar hasta Ulldemolins para, a continuación, subir por Les Crestes de la Llena, ya casi en el kilómetro 100. Ese es, probablemente, uno de los momentos más deseados por la mayoría de los ciclistas, ya que empieza un tramo de aproximadamente 35 kilómetros de bajada. No es complicada, no es muy técnica, pero como siempre bajé con prudencia y siendo adelantado por algún que otro grupo. Como casi siempre hago, busqué rodar alejado de los grupos lo más que pude. En algunos momentos fue inevitable pero puestos a buscar sensaciones y situaciones parecidas a las que me encontraré en Niza, intenté hacer mi carrera en la máxima soledad posible y dependiendo sólo de mí.

Cuando llegué al avituallamiento de Margalef hice mi primera parada. El reloj ya marcaba más de cuatro horas y cuarto de carrera y mi bidón y la botella de medio litro de Powerade que llevaba en el maillot estaban completamente vacíos. Allí rellené el bidón y la botella y aproveché para comer un par de trozos de plátano y un gel. Me hubiera gustado recrearme más en el avituallamiento pero prefería seguir lo antes posible, así que rápidamente continué con la bajada que nos llevaría hasta la Vilella Baixa.

En pocos kilómetros llegaba el turno de la subida más dura de la marcha, el Coll Roig, que une Escaladei (donde aproveché para coger un Powerade en el avituallamiento sin bajarme de la bici) con la Morera del Montsant, también conocida como la subida “No ploris nen!” (No llores niño!, en catalán). Son pocos kilómetros, unos cinco como máximo diría yo, pero como cuesta subir esas rampas del 20%. Dentro de lo duro y de lo cansado que empezaba a estar, subí más o menos bien, sobre todo si tenemos en cuenta como subían la mayoría de ciclistas que tenía a mi alrededor. El año pasado hubo más animación en esa zona de la marcha y este año se echó de menos, hizo un poco más dura la subida. Superada esas duras cuestas llegamos a La Morera del Montsant y de ahí iniciamos un rápido descenso hasta Cornudella, para volver a subir luego el Coll d’Alforja por donde horas antes habíamos bajado.

En las dos ediciones anteriores ese siempre había sido el tramo que más se me atragantaba, supongo que porque el cansancio acumulado empezaba a pasar factura o porque es un puerto algo extraño, sin desniveles muy elevados pero que se hace muy cuesta arriba, especialmente (creo yo) porque todos vemos el final cerca y hay cierta prisa o ansiedad por terminar cuanto antes. Este año, sin embargo, reconozco que me costó bastante menos. Es verdad que se me hizo más largo de lo que me gustaría, pero antes de que quisiera darme cuenta ya había coronado el Coll d’Alforja y me disponía a empezar el tramo final de la marcha, de bajada rapídisima. Ese último puerto de bajada, como no, lo hice con la misma prudencia y la misma poca técnica de siempre, así que perdí alguna que otra posición (creo que tres). Llegados a Alforja vi el último avituallamiento y decidí parar unos segundos a beber un poco más de isotónico y comer un plátano. Obviamente, si no hubiera tenido que correr al terminar, no hubiera parado porque el final estaba muy cerca, pero decidí parar esos segundos para que cuando me bajara de la bici y empezara a correr tuviera algo en el estómago. Perdí (o mejor dicho, invertí) muy poco tiempo y enseguida reanudé la marcha. Ya sólo faltaba llegar a Vilaplana y hacer a la inversa el tramo inicial de la carrera, es decir bajar hasta l’Aleixar, de ahí a Maspujols y a continuación llegar a Reus, donde se encontraba la meta. Esa bajada fácil y sin demasiadas curvas la hice muy rápido. Sólo incomodó un poco el viento en algunos momentos pero ya estaba todo hecho. A lo largo de la carrera, en cuanto al tiempo, no fui muy pendiente de referencias ni de comparaciones respecto a los años anteriores, aunque tenía la impresión de que iba a mejorar los resultados de las otras ediciones. Llegué a Reus tras algo más de seis horas y media de pedaleo y tras unos minutos por la ciudad, llegué a la meta, situada al lado del campo de fútbol. 

Al final mi tiempo oficial fue de 6h34’35” (resultados), unos ocho minutos menos que el año pasado y con unas sensaciones mucho mejores, consiguiendo nuevamente un diploma de plata. Como siempre digo y sin que pueda parecer prepotente (en realidad es todo lo contrario porque es un “debe” y no un “haber” en mi cuenta), creo que si supiera bajar mejor ganaría una cantidad de minutos increíble. Así, por encima, creo que más o menos 20 minutos, si no más. Y lo digo desde la humildad y desde la “vergüenza deportiva” que siento cuando, en cualquier bajadita con curvas, por fácil que sea, veo como me pasan cantidad de ciclistas. Ya me pasó en la Canyon Cambrils Park y aquí fue un “más de lo mismo”. No sé, supongo que tiene remedio y que son detalles que se pueden trabajar, así que tendría que incidir sobre el tema en mis entrenamientos. Conseguir hacer esos veinte minutos menos que calculo y parar el crono sobre las 6h10’-6h15’, ya sería un tiempo a tomarse muy en serio. Pero en fin, como uno no vive de supuestos imaginarios ni de “si esto fuera así …”, de momento me conformo con el gran resultado que obtuve a pesar de mis limitaciones y lo bien que terminé de piernas para poder hacer luego un buen rodaje a pie.

Pues hasta aquí lo que fue mi tercera participación en la Polar Gran Fondo La Mussara. Como siempre, un placer disfrutar de una gran organización y de unas carreteras y un recorrido realmente espectaculares. Que suerte vivir aquí! El año que viene a por la cuarta.

Para terminar os dejo con las fotos oficiales (otro aspecto muy mejorado respecto al año pasado, tanto en calidad como en precio) y con el enlace de mi carrera del Garmin. No sé que le pasa últimamente a la web de Garmin pero va fatal. Han introducido cambios (o todavía están en ello) y lo único que han conseguido hasta ahora es limitar las opciones de Garmin Connect. Espero que se solucionen. Lo dicho, de momento os dejo en enlace aquí (es lo único que me deja compartir).

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