Después de disfrutar leyendo su artículo titulado "Las Endorfinas" del pasado 16 de febrero (al que le interese el tema, aquí lo tiene), he llegado a dos conclusiones: que usted escribe con el único fin de ofender a la persona o colectivo que toque y que en toda su vida el único deporte que ha hecho ha sido "nadar a braza como la tía Teresa" cuando su sobrepeso empieza a ser considerable. En cualquier caso, a mí no me hará falta insultarle ni le llamaré "imbécil" (por cierto, según el diccionario una "persona que molesta haciendo o diciendo tonterías", ahí lo dejo) para explicarle que sí, que el deporte, entre muchas otras cosas y no sé si por el mero hecho de segregar endorfinas, te pone de buen humor. Pero eso no es todo, también te hace sentir realizado cuando te propones algo y, con esfuerzo, lo consigues (lo mismo que pasa con el resto de cosas en la vida), te pone a prueba constantemente, revela y mejora tu carácter, te emociona y, además, te permite conocer gente estupenda con unos valores parecidos a los tuyos (eso seguro que no tiene nada que ver con las endorfinas). En resumidas cuentas, diría yo que el deporte sirve para algo más que para segregar endorfinas, para muchos (profesionales o no, como es mi caso) es un estilo de vida, y me parece perfecto que a usted le parezca de imbéciles, allá cada uno, pero considero que no es necesario faltar al respecto ni juzgar algo que usted nunca ha sentido porque ni siquiera lo ha probado.
Otra cosa que le quería comentar es que no sé ni me importa el grado de obesidad con el que cuenta en estos momentos, pero si le gusta tanto devorar (preferiblemente cadáveres), dudo que nadando "a braza como la Tia Teresa" consiga perder esos kilos de más. Tendrá que hacer muchos largos en la piscina o plantearse alguna actividad física más. Además, en lugar de ponerse a dieta una temporada debería probar llevar un estilo de vida algo más saludable que pueda llevar siempre. ¿No le importa tanto la felicidad de su familia? Puede que hasta le quieran o, como mínimo, le necesiten.
Yo, por suerte o por desgracia, soy vegetariano desde hace más de dos años por elección propia y lo menos que me siento en la vida es triste. No me siento superior a nadie ni con derecho a juzgar a los que no lo sean, faltaría más, pero estoy convencido que me hago un bien a mí mismo y, sobre todo, un bien al planeta (bastante castigado, por cierto) y a los animales que dejan de sacrificar para que me los coma yo. Y sí, debo ser muy imbécil porque disfruto comiendo verduras. Últimamente el abanico de restaurantes vegetarianos y veganos (espero que sepa lo que significa) es muy grande y no creo que muchos de ellos tengan nada que envidiar ni en cuanto a variedad ni en cuanto a calidad de esos majestuosos restaurantes que usted tanto frecuenta. Le diría que lo probase algún día, pero supongo que no sobreviviría al hecho de pensar en que si no hay muerte no hay placer.
Tampoco sé muy bien a que se refiere cuando habla de holgazanes que siempre se quejan y que todo lo quieren fácil, ni que tiene que ver eso con las endorfinas ni con la gente que hace deporte. Definitivamente, el deporte me debe estar volviendo imbécil.
Y para acabar, como triatleta aficionado al que le encanta la larga distancia, sólo le diré que el dolor con el que acabo las competiciones en las que participo es bastante más placentero que comer hasta reventar (tenga cuidado, ¿qué haríamos sin sus artículos?) o ir a la iglesia. Para bien o para mal he probado las tres cosas y con los ojos cerrados me quedo con el deporte. Será una ocupación vulgar pero a mí, como a la gran mayoría que practican este tipo de deportes, nos llena y nos hace felices, y eso que encima soy vegetariano.
Nada más Sr. Sostres. Esta ha sido la humilde opinión de un deportista que además de cumplir con su trabajo (al que ha llegado estudiando una Licenciatura en Derecho y una oposición), sacrifica horas de sueño y de estar con su familia para dedicarle aproximadamente entre 12 y 20 horas a la semana al deporte y a cultivar su felicidad. Un saludo.
P.D. Piense que un par de copas de champán pueden arruinar el gran esfuerzo que seguro habrá hecho nadando. Yo de usted dejaría de ir a la piscina, no sea que pierda las muchas o pocas neuronas que le quedan.
Y para acabar, como triatleta aficionado al que le encanta la larga distancia, sólo le diré que el dolor con el que acabo las competiciones en las que participo es bastante más placentero que comer hasta reventar (tenga cuidado, ¿qué haríamos sin sus artículos?) o ir a la iglesia. Para bien o para mal he probado las tres cosas y con los ojos cerrados me quedo con el deporte. Será una ocupación vulgar pero a mí, como a la gran mayoría que practican este tipo de deportes, nos llena y nos hace felices, y eso que encima soy vegetariano.
Nada más Sr. Sostres. Esta ha sido la humilde opinión de un deportista que además de cumplir con su trabajo (al que ha llegado estudiando una Licenciatura en Derecho y una oposición), sacrifica horas de sueño y de estar con su familia para dedicarle aproximadamente entre 12 y 20 horas a la semana al deporte y a cultivar su felicidad. Un saludo.
P.D. Piense que un par de copas de champán pueden arruinar el gran esfuerzo que seguro habrá hecho nadando. Yo de usted dejaría de ir a la piscina, no sea que pierda las muchas o pocas neuronas que le quedan.
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