Llegó el momento de despedir el 2015 y, como no, lo hice como habitualmente corriendo en la Sant Silvestre de Tarragona. Este año llegaba sin muchas expectativas por lo poco que he corrido desde que empecé la temporada, pero con ganas de probar de volver a correr relativamente rápido y saber que sensaciones tenía. A falta de poco más de un mes para el Maratón de Sevilla siento que no llevo hechos los deberes, y no por dejadez o porque así lo haya querido, pero los llevo por hacer y eso me causa cierta desconfianza, en gran medida porque respeto muchísimo al maratón. El caso es que el pasado jueves 31 de diciembre, tras haber comido pronto y haber hecho una pequeña siesta, salimos de casa tarde, poco antes de las cinco, cuando la carrera empezaba a las 17:30. Una vez en la zona de salida, donde llegamos alrededor de las 17:20, tuve el tiempo justo para dejar la mochila en el guardarropa y colocarme junto a David donde y como pudimos. Esas fueron las consecuencias de salir tan tarde de casa, nada (ni un segundo) de calentamiento y muy mala posición de salida. Entre los corredores que llevaban dorsal y los que no éramos más de 2.000 corredores y nuestro lugar de salida no invitaba al optimismo. Debíamos tener al menos trescientas personas por delante. Como he dicho, iba sin muchas expectativas y lo único que me planteaba a modo de “mini triunfo” era poder correr por debajo de 4’/km, algo que estaba casi convencido de lograr pero que, como siempre, había de demostrarlo y no las tenía todas conmigo.
La salida, a pesar de ser muy lenta y de tardar casi 20” en pisar la alfombra desde que dio inicio la carrera, no fue accidentada como otros años. No hubo, o por lo menos no las vi, caídas. De todas formas, costó mucho empezar a correr medio bien. Estamos en lo de siempre, en una carrera así, popular, festiva, sin cajones, cada uno es libre de colocarse donde quiere, faltaría más, pero eso no siempre es lo más lógico ni lo más prudente. Yo reconozco que en este caso si hubiera llegado antes me habría posicionado mejor en la salida, y eso es culpa mía y sólo mía, pero no acabo de entender esa obsesión por salir tan delante de la gente que no tiene ritmos demasiado rápidos. Repito que cada uno es libre, que yo voy con cuidado, que no me juego nada y que nunca voy a recriminar nada a nadie por eso, pero eso no quita que lo vea peligroso para unos y para otros. Pero bueno, en este caso, la incomodidad me vino bien. Al no haber podido calentar nada, esos primeros metros me sirvieron para ello. David y yo pasamos el primer kilómetro a un ritmo pocos segundos por encima de 4’, que no estuvo nada mal teniendo en cuenta lo que he comentado. Las sensaciones eran las de ir muy cómodo a ese ritmo, incluso demasiado al tratarse de una “competición”, así que cuando pude apreté un poco.
Y aquí llegó la sorpresa, la grata sorpresa. En el segundo kilómetro David se fue descolgando unos segundos y yo, sintiéndome muy bien, opté por dejarme llevar aunque sin perder la cabeza corriendo a un ritmo por debajo de 3’40”/km con relativa facilidad. Sinceramente, ni en el mejor de mis sueños esperaba poder llevar ese ritmo y sentirme tan bien a la vez, así que me dediqué a disfrutarlo y a saborearlo lo más que pude. Cómo echaba mucho de menos esa sensación y qué bien sienta cuando es así de inesperada! Ese segundo kilómetro lo hice en 3’35” y los cuatro siguientes prácticamente como un reloj: 3’38”, 3’39”, 3’39” y 3’36”. En el último kilómetro, aún con fuerzas y viendo que el final se acercaba (me encanta la llegada a meta de esta carrera), apreté un poco más y lo pasé en 3’25”, finalizando la carrera con un tiempo de 25’32” en la posición 30 (realmente fue la 25 si atendemos al tiempo real) de 1.918 corredores llegados a meta (resultados). Repito, una vez más, que fue un resultado totalmente inesperado pero que me supo a gloria. Carreras así no se hacen cada día aunque reconozco que con la Sant Silvestre de Tarragona siempre me he llevado muy bien y mantenemos una relación muy especial año tras año, especialmente los últimos tres. Aquí casi cada año me salen muy buenas carreras y termino corriendo a ritmos que a priori ni busco ni espero. Pero, al margen del resultado, lo más importante que me llevé de esta carrera, por corta que fuera y por poco que pueda servir de referencia, fue un subidón de moral y de confianza de cara a Sevilla. Como digo, son tipos de carreras totalmente diferentes, pero terminé con la sensación de que, a pesar de haber corrido poquísimo durante los últimos meses, los ritmos los sigo teniendo en las piernas y, por qué no, si en las próximas semanas me mantengo así, tengo derecho a soñar con volver a bajar de las tres horas el próximo 21 de febrero. Iré sin presión, pero no quiero mentir y miraré de reojo a ese objetivo con el que estaría más que satisfecho.
Poco más que añadir. Al final, excepto David y yo (y Xavi que corrió en la Sant Silvestre de Reus), nadie más del equipo corrió el 31 de diciembre, así que la foto de equipo es bastante menos numerosa que en la Mitja de Tarragona o en la de Salou. Os dejo mi foto de llegada a meta y otra con David que nos hicimos al terminar. Y como siempre, también os dejo los detalles de la carrera del Garmin.
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