viernes, 29 de noviembre de 2013

Crónica de la 22a Mitja Marató de Tarragona

Este pasado domingo tocaba ponerse de nuevo un dorsal. El primero de la temporada y el primero después del Challenge Barcelona Maresme. El evento elegido para este estreno era, una vez más (y ya van cinco consecutivas), la Mitja de Tarragona, todo un clásico. Llegaba bastante bien físicamente pero con tan solo cinco semanas de entreno y mucho tiempo sin competir, así que no era el momento de esperar un milagro en forma de marca personal, aunque reconozco que hasta bien pasada la mitad de la carrera estuve mirando de reojo el crono y haciendo algún que otro cálculo para ver si los números salían. De antemano y como ya dije la semana pasada, no esperaba nada en concreto ni estaba para forzar más de la cuenta (ni física ni psicológicamente), pero una vez metido en la carrera los planes siempre cambian ligeramente y apreté (y sufrí) más de lo que tenía pensado. Vamos, nada nuevo.

El día amaneció fresco. Desde casa fui a la zona de salida caminando donde había quedado con mi hermano y César. Esperamos hasta última hora para cambiarnos y dejar las cosas para evitar lo más que pudimos el frío. A falta de unos veinte minutos empezamos a calentar. A pesar del frío hacía un buen día para correr y además el viento de los días anteriores había parado. Poco antes de las diez, nos fuimos a colocar en la salida donde cogimos un buen sitio casi en primera línea. Mi idea era seguir a la liebre de 1h24’ pero justamente este año sólo había liebres de 1h30’, 1h40’ y 1h50’. Fue un contratiempo sin importancia aunque la verdad es que me apetecía correr en grupo para desgastarme un poco menos. Lástima. 

La salida fue limpia como pocas. Supongo que el hecho de salir bastante adelantados influyó. Al haber cambio de estrategia (o mejor dicho, falta total de estrategia), mi hermano y yo salimos bastante fuertes. Los seis primeros kilómetros los pasamos todos entre 3’42” y 3’50”/km. Este año la organización modificó ligeramente el recorrido respecto a años anteriores y en esta edición fuimos primero al Polígono Francolí y luego hicimos la subida y bajada por la Rambla. Justo coronamos la Rambla en el km 9 y durante ese par de kilómetros anteriores nuestro ritmo ya se había resentido un poco por la ligera subida. Los siguientes cuatro kilómetros por las calles de Tarragona, entre el 10 y el 13, recuperamos otra vez un buen ritmo entre 3’48” y 3’51”/km. Me sentía muy bien de pulsaciones y relativamente bien de piernas (para nada sobrado), pero a esas alturas de carrera el coco ya empezaba a protestar. Después de tantos meses sin preocuparme excesivamente por correr a ritmos altos, noté que me faltaba esa capacidad de sufrimiento. Pensé en aflojar un poco y tomarme el resto de carrera de otra forma, pero mi hermano, con el que compartí toda la carrera, tiró de mí. Ya “sólo” faltaba lo que probablemente es la parte más dura psicológicamente hablando de toda la carrera, la ida y vuelta por el paseo de la Playa del Milagro y lo mismo por el espigón del Faro. Este año se me hizo eterna la recta por el espigón (sobre todo la ida), no se acababa nunca! Eso sí, al girar empecé a ver la luz. A poco más de dos kilómetros para terminar miré el reloj y le comenté a mi hermano que ya no mejoraríamos el tiempo del año pasado. Me contestó que ya lo sabía. No sé si él podría haberlo mejorado pero lo que sí sé es que posiblemente, de ir por su cuenta, hubiera hecho algo de mejor tiempo que yo. No sé lo que debió sufrir a lo largo de la carrera pero realmente se le veía bien. Durante la vuelta por el espigón, la gente empezó a quemar sus últimos cartuchos y noté que nos adelantaron tres o cuatro, puede que hasta cinco, corredores. Nosotros, después de pasar el kilómetro 20 en 4’08”, sacamos nuestras últimas energías para subir el ritmo durante el último kilómetro y poco que faltaba hasta llegar a meta. A punto de encarar la última recta, ya en el Moll de Costa, vi a Óscar, que al tener tantos “pupilos” participando en la Mitja de Tarragona no quiso perderse la carrera. Esto ya se estaba acabando. En los últimos metros, cerca de los arcos de meta, aceleramos y llegamos al sprint recuperando alguna posición que habíamos perdido unos minutos antes. Finalmente, llegamos a meta con un tiempo de 1h24’39” en la posición 128 de 1792 llegados a meta (resultados).

En general, creo que es para estar contento teniendo en cuenta todas las circunstancias. Sólo llevo cinco semanas de entrenamiento y quitando estas tres últimas donde he hecho algún entreno de cierta calidad con series de velocidad cortas (de 3' como máximo), no he entrenado nada específicamente para una carrera así. Quizás hubiera podido mejorar el resultado metiendo muchas más horas de entreno específico y sacrificando un poco la natación y la bici, cosa que no quiero porque es precisamente en estas dos últimas disciplinas donde más me queda por mejorar. Por todo esto, me doy por satisfecho con el resultado.

Esta ocasión Arancha no pudo venir a acompañarme porque se encontraba mal y se quedó en casa. La eché de menos a ella y, como no, a sus fotos. Las que tengo las hizo mi padre. Las dejo junto con el video de llegada a meta al lado de mi hermano y con los detalles de la carrera del Garmin. 







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